Ilustraciones: Rocío Lana

Se aproxima un nuevo 1° de octubre, «Día Internacional de las Personas Mayores«,  y el Programa Iberoamericano de Cooperación sobre la Situación de las Personas Mayores quiere compartir esta nota que invita a reflexionar sobre cómo comunicar acerca de la vejez y el envejecimiento desde una perspectiva de derechos humanos. 

Por: Esp. Mariana Rodríguez, Esp. Leandro Laurino y Esp. Esteban Franchello
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“El hombre es la única criatura de la creación que habla con sentido.
La palabra es un producto de su espíritu y por tanto, tiene un potencial humanizador”.
Javier Darío Restrepo

Abordar el vínculo entre “comunicación y personas mayores desde un enfoque de derechos humanos” es una acción fundamental para reflexionar sobre la configuración social de la vejez. Este ejercicio se constituye como un acto de responsabilidad profesional para quienes trabajan en la temática y de responsabilidad humana con la existencia, propia y ajena, para toda la sociedad.

La tarea, en términos generales, consiste en reflexionar acerca de los valores y las creencias compartidas acerca de la vejez y el envejecimiento y cuestionar aquellas palabras, imágenes y expresiones que consolidan un imaginario que desvaloriza, desempodera y estigmatiza a las personas mayores.

Pensar el mundo desde una perspectiva de derechos implica mirar críticamente la realidad social para promover su transformación. Y la crítica y el análisis, justamente, precisan de la formulación de preguntas y de posicionamientos
conceptuales.

¿Qué se entiende por comunicación? En términos interpersonales, organizacionales y mediáticos, la comunicación supone la difusión y el intercambio de información, opiniones y datos, pero no sólo tiene que ser comprendida como un vehículo de transmisión.

En acuerdo con el académico uruguayo Gabriel Kaplún, la comunicación es un proceso de producción dialógica en donde se producen vínculos y sentidos. Desde una concepción culturalista, el autor señala que tales vínculos son las relaciones que establecemos con alguien (individual o colectivo) y que los sentidos refieren, en su conceptualización, por un lado, a los significados sociales creados y, por el otro, a los sentidos comprendidos como dirección o rumbo hacia donde ir como grupo.

Es que en las sociedades democráticas se precisa de una base de consensos -un sentido común para el desarrollo y la convivencia y, en ese camino, es imprescindible compartir significados que han de (re)construirse durante los diferentes procesos históricos. Claro que, como marca el sociólogo francés Pierre Bourdieu, las relaciones culturales también dan cuenta de relaciones de poder, ya que en ellas se realiza la comunicación entre los miembros de la sociedad.

Ahora bien, ¿qué sentidos o significados se identifican en las ideas sobre la vejez y el envejecimiento? El significado hegemónico -que es aquel que prima y que es compartido y “naturalizado” por la mayoría de la sociedad en un momento determinado- se encuentra asociado a la pérdida, la carencia, la soledad, el aislamiento, la inactividad, la incapacidad de aprender y al destino “inevitable” a ser cuidado/a.

No se trata de un significado reciente. Históricamente la vejez ha sido concebida como un problema y así lo han señalado numerosos autores/as a lo largo de los años desde distintas disciplinas. Con énfasis, la periodista mexicana Patricia Kelly asegura que “la primera gran idea que hay que combatir desde la comunicación es la que nos hace pensar que cuando arribamos a la vejez, llegamos al bote de la basura de la vida. Si bien esta etapa presenta numerosos cambios físicos, emocionales, mentales, no hay por qué satanizarla”.

¿Cómo y qué se dice de las personas mayores? Es posible identificar significados viejistas o edadistas naturalizados en diálogos ocasionales que se dan en los espacios cotidianos -escuela, barrio, familia, trabajo-, como así también en los titulares, comentarios e imágenes que circulan en los medios de comunicación tradicionales -la radio, la televisión, el cine, los diarios- y los nuevos entornos digitales.

Existen ciertos “verosímiles de edad” que tienen que ver con aquello que es esperable que una persona haga o no en determinado momento de su vida y que se expresan en la comunicación interpersonal y mediática.

En el ámbito privado, Josefina Valisena contó para este Boletín que se sintió discriminada cuando su familia le preguntó de qué le servía estudiar una carrera universitaria a los 69 años si nadie le iba a dar trabajo tras recibirse. Mirta Turino, por su parte, comentó que también experimenta la segregación cuando nota que subestiman sus posibilidades (y las de todas personas mayores) de aprender a utilizar la tecnología.

En el ámbito público un breve recorrido por algunos programas o redes digitales permite dar cuenta que socialmente se construye a la vejez como un momento de la vida indefectiblemente vulnerable y que las personas mayores están limitadas a un «abuelazgo compelido». Son espacios en donde «viejo es el otro», y en los que muchas veces es sabio porque tiene “la voz de la experiencia” y otras “un ser especial” porque es instagramer o tiktoker, hace fisicoculturismo o se tatúa. Y la vejez, ya nos enseñó Simone de Beauvoir, “no entraña ni sabiduría ni decadencia de modo inevitable”.

Durante los primeros meses de la pandemia, las noticias no cesaron de contabilizar la cantidad de muertes y los casos de contagios, especialmente en residencias de larga estadía y se pudo observar la “mediatización orquestada” de una única vejez: la dependiente. Esta mirada reduccionista, enfatizan desde varios sectores, no sólo ignora sino que invisibiliza otras vejeces, otras formas de vivir y, progresivamente, las erosiona hasta desempoderarlas.

“La imagen negativa y el rol de las personasmayores responden a construcciones sociales que son alimentadas y sostenidas desde los medios de comunicación, el sistema educativo y el discurso del poder”, marca el comunicador ecuatoriano Klever Paredes y da cuenta de esos otros espacios en donde se consolidan los
estereotipos y de la participación -con distintos grados de poder- de todos los grupos etarios en tal consolidación.

De hecho, como señala el Informe Mundial sobre el Edadismo elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), “el edadismo se inicia en la infancia y se refuerza con el tiempo”. Por tanto, la circulación de estereotipos positivos y negativos, tanto en la comunicación interpersonal como mediática “no sólo condicionan la visión que la sociedad tiene de la realidad (…) también construyen la imagen que las personan tienen con respecto a su edad y su propio envejecimiento”, reflexiona el especialista español Josep María Riera.

La tarea de desocultar el viejismo y el edadismo en el lenguaje

Ilustraciones del B24, Rocío Lana

“¿Qué debería hacer una sociedad para que
en su vejez el hombre siga siendo un hombre?
La respuesta es sencilla: sería necesario que
siempre lo hubiese tratado como un hombre”.
Simone de Beauvoir

El lenguaje construye el mundo y se presenta, al mismo tiempo, como un espacio en donde cuestionar y disputar los “sentidos comunes” naturalizados. Cargado de material simbólico y de relaciones de poder, el lenguaje puede ejercer violencia simbólica, a veces de manera más identificable o explícita que otras.

Puntualmente, en el contexto de pandemia generada por el COVID-19, laExperta Independiente de la ONU sobre el disfrute de todos los derechos humanos por las personas mayores, Claudia Mahler, resaltó enfáticamente: «Es desalentador leer el lenguaje cruel y deshumanizador en las redes sociales que se refiere a las personas mayores. El abuso verbal ocurre claramente en contextos en los que las personas mayores enfrentan discriminación poredad”, haciendo referencia al uso extendido del hashtag #BoomerRemover, un término que fue utilizado para difundir que el COVID-19 era un “eliminador” de personas mayores. Esta desafortunada expresión difundida vía Twitter y replicada en otros espacios, entiende a los/as “Boomer” (término que describe a quienes nacieron durante el Baby boom, después de la Segunda Guerra Mundial) como “prescindibles” ante la crisis sanitaria generada por la pandemia.

Al respecto, Vânia de la Fuente-Núñez, encargada de dirigir la campaña mundial contra el edadismo de la OMS, en diálogo con este Boletín, destacó que la pandemia evidenció en muchas situaciones el rol negativo que pueden tener los medios de comunicación “al estereotipar sistemáticamente a las personas mayores como si fuesen todas
vulnerables y dependientes y a las personas jóvenes como si fueran invencibles y egoístas. Esta homogeneización no sólo es falsa, sino que además es nociva”.

Entre las formas “más sutiles” de violencia simbólica, la periodista Adriana Gómez Muñoz, develó algunos discursos en los que las autoridades hablan de “nuestros adultos y adultas mayores”, una expresión que ella identifica como absolutamente incorrecta porque infantiliza yexpresa un sesgo marcadamente paternalista.

En esta misma línea, José Carlos Baura desoculta: “escuchamos y leemos noticias y redes sociales impregnadas de un lenguaje que apela a la lástima o a la obligación de devolver, como si de un favor se tratara, a ‘nuestros mayores’, a ‘nuestros abuelitos’, por lo mucho que hicieron por la sociedad actual”. Y aclara para quienes no pueden reconocer el viejismo, se tratan de “términos emocionales y seguramente bien intencionados que, sin embargo, delatan la ausencia de una mirada donde las personas mayores son, antes que nada, ciudadanas y ciudadanos, con derechos y deberes”.

“Las palabras sí que importan”, proclama Teresa Martínez para ilustrar la trascendencia de esta línea de pensamiento, y tal vez la impronta del lenguaje inclusivo o no sexista sea muestra cabal de esta idea. La especialista española, autora de la reciente guía publicada por la Fundación Pilares sobre “Personas mayores y lenguaje cotidiano. El poder de las palabras” y del blog “La atención centrada en la persona, un camino por recorrer”, realiza su aporte sobre la comunicación interpersonal, sobre todo aquella que se genera en un marco organizacional donde se desarrollan servicios gerontológicos de apoyo o de cuidado a mayores.

“El chequeo del lenguaje en las organizaciones es una práctica potente y muy recomendable. (…) No es algo baladí, su modo de utilización no resulta inocuo, aunque se aplique sin intención de dañar u ofender. En el contexto de los
cuidados, las palabras tienen un especial efecto y poder porque afectan a personas muy vulnerables. (…) Como afirma George Lakoff ‘pensar de modo diferente requiere hablar de modo diferente’”, resalta Martínez en uno de los
recientes posteos de su blog.

Al respecto, esta autora proporciona la noción de “elderspeak” dentro de la comunicación interpersonal, lo que podría traducirse al castellano como “habla edadista o infantilizadora”, que opera como un acto de violencia sutil y que puede ser considerada como una forma de maltrato psicológico que se manifiesta en la interacción hacia una persona mayor: entonación infantil, tono agudo, habla lenta, reducción de la longitud de las frases, simplificación gramatical, uso de diminutivos, alta utilización de imperativos, términos excesivamente sentimentales, entre otras formas posibles.

“Nuestro lenguaje puede ser respetuoso, empático, acogedor y actuar como un potente elemento empoderador de las personas que precisan cuidados. Pero también puede ser descalificador, amedrentador, amenazante, humillante y, en consecuencia, dañino y desempoderador”, concluye Teresa Martínez.

Para la generación de un mundo para todas las edades resulta imprescindible que las discriminaciones -simultáneas y múltiples- “salgan a la luz” porque, en palabras de Stephany Bravo-Segal, “no visibilizar o mantener una actitud pasiva frente al discurso edadista (y viejista) se traduce en una complicidad de los malos tratos y violencia simbólica que experimentan las personas mayores” y resulta imprescindible que la sociedad “trate humanamente a la humanidad” durante todo el curso de vida.

Hacia la construcción de nuevos significados de las vejeces, con enfoque de derechos humanos

“La propensión a tomar la palabra es
estrictamente proporcional al sentimiento
de tener derecho a la palabra”.
Pierre Bourdieu

¿Es posible resignificar las vejeces? Desde la mirada culturalista se puede asumir con optimismo -y decisión- esa posibilidad. “Los sentidos que pueden ser compartidos por quienes los producen -quienes se comunican-; pueden ser aceptados o rechazados, debatidos o transformados en el proceso de comunicación (…), porque en los vínculos se producen sentidos y los sentidos nos vinculan”, explica Kaplún.

El contexto pandémico, entonces, permitió advertir que muchas “verdades del sentido común” merecían ser puestas en tensión y tanto los medios de comunicación tradicionales como las redes sociales han sido espacios y actores relevantes para el desarrollo de ese proceso: que una buena parte de la sociedad global haya cuestionado algunas de las creencias e ideas que existen acerca de qué es ser una persona mayor y, tal vez, haya reconocido la importancia de resignificar algunas de ellas, es una buena noticia.

Sin embargo, para la creación de un mundo para todas las edades es preciso tomar la palabra, generar agendas locales y ejercitar la “voz propia”, asumir los derechos y potenciar el movimiento social que demanda nuevas concepciones sobre las vejeces. Y aquí se impone una pregunta que tensa permanentemente el debate: “¿cómo valorar la vejez cuando la sociedad dice que deberíamos no envejecer, es decir, no seguir siendo?”, reflexiona el especialista argentino, Ricardo Iacub.

Construir nuevos significados de las vejeces y de las personas mayores precisa de una transformación cultural/comunicacional que requiere de manera ineludible de la participación activa de las personas mayores, en tanto sujetos de derecho, pero también como “sujetos de comunicación”: desde su rol de audiencia/recepción así como de productoras de contenidos/enunciación. Y en ese objetivo común, otra de las claves es que “quienes comunican, producen y quienes piensan los contenidos audiovisuales y multimedia se reconozcan como sujetos envejecientes. Falta hacer ese proceso más personal, de introspección, para hallar en los/as viejos/as de hoy los/as viejos/as que queremos ser”, reflexiona Sol Rodríguez, quien desde El Club de la Porota se propone “situar a la vejez en un lugar de poder”.

Crear una cultura a favor del envejecer y tener conciencia de ello, desde la más temprana edad, es crear una cultura a favor de la vida. Los nuevos valores y significados tienen que posibilitar(nos) “seguir siendo” hasta el final
del curso de vida. El gran desafío de los Estados y sus políticas públicas, de los medios y de la sociedad en su conjunto es comunicar para humanizar, para reconocer, para empoderar: comunicar para transformar.

Rocío Lana ilustra el Boletín del Programa

* Nota publicada en el Boletín 24 «Comunicación y Personas Mayores desde un enfoque de Derechos Humanos».