“Parece razonable hablar de soledad, o mejor aún, de soledades, como una característica de las sociedades modernas, que afecta a personas de todas las edades. Para abordarlas es fundamental ofrecer oportunidades de relación, participación e integración social, en aras de construir una sociedad más cohesionada”.

Lourdes Bermejo, Vicepresidenta de Gerontología de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología | Fuente: lourdesbermejo.es

En España, cada vez más investigaciones indican la preferencia de las personas mayores por continuar viviendo en sus propios hogares, en lugar de mudarse a la casa de familiares o de compartir sus días con otras personas en una residencia. Consecuentemente, en los últimos años, ha habido un incremento del número de viviendas unipersonales habitadas por mayores, situación que es considerada como uno de los principales factores de riesgo de soledad en la vejez.

Sin embargo, estar solo/a no es sinónimo de sentirse solo/a. “Quizás lo más preocupante no es solo la soledad, sino otras características de la persona que vive sola: su estado de salud y su fragilidad, su capacidad para valerse por sí misma -independencia funcional-, los recursos personales para la gestión del ocio, vínculos y redes sociales, características de la vivienda -accesibilidad interior y externa-, etc. El grupo de personas mayores de 85 años que viven solas ya es más de medio millón en España y, sin duda, merecen una atención especial. Las mujeres, al ser más longevas, tenemos muchas más probabilidades de vivir solas más años que los varones mayores”, relata Lourdes Bermejo, consultora y formadora en Gerontología, con más de 25 años de experiencia en el trabajo con y para las personas mayores, y actual Vicepresidenta de Gerontología de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG).

Pregunta. Si bien el grupo de edad de las personas adultas mayores es el más heterogéneo de nuestra sociedad, ¿se pueden establecer características en común de aquellas personas que se sienten solas?

Respuesta. Los grupos de mayor riesgo de sentirse solos son: mujeres, personas mayores, aquellas que no tienen una pareja confidente, que viven solas, con niveles bajos de estudios y de ingresos económicos. La soledad es una situación y una experiencia que también se produce en diferentes momentos del ciclo vital y no sólo en la vejez. Sin embargo, son las personas mayores en las que confluyen una serie de circunstancias que limitan o dificultan la gestión adecuada de esta soledad. Hasta los 60 años, la prevalencia es parecida a otros grupos de edad, pero aumenta a partir de los 75 años vinculado a circunstancias negativas como el fallecimiento de la pareja y de otros seres queridos, además de un aumento de problemas relacionados con la salud. Existe evidencia que demuestra que la soledad en las personas mayores se relaciona con una peor salud física, depresión, problemas de sueño, y favorece la discapacidad para la realización de las actividades de la vida diaria. Por el contrario, se preserva la función cognitiva y aumenta la longevidad. De todas formas, si la soledad es deseada, si esta «balanceada» y contrarrestada con relaciones y vínculos, puede sobrellevarse sin efectos negativos. Pero en quienes la soledad es algo impuesto por las circunstancias, las consecuencias son negativas a nivel físico, psicológico y afectivo”, explica Lourdes.

Pregunta. Partiendo de la idea que la soledad es considerada como una experiencia individual y subjetiva, ¿debemos hablar de soledad o de soledades?

Respuesta. Una mirada de detalle sobre la idea de la soledad, del -sentirse solo/a-, recoge tres ideas diversas. La primera, la expresión de un sentimiento negativo de estar aislado: el aislamiento social, una medida objetiva de carencia de relaciones sociales. La segunda, no tener suficientes vínculos sociales, es decir, la soledad social, como insatisfacción con el número de contactos sociales, y la tercera, el de no tener vínculos sociales de calidad, entendida como soledad emocional: la ausencia de un/a confidente. Podemos decir que la soledad es una circunstancia de carácter social, pero actúa como factor de riesgo que lleva a múltiples efectos para la salud y para la calidad de vida de las personas. En este sentido, la vivencia de la soledad varia en las personas influyendo en ello otras circunstancias. En algunas investigaciones parece que existen diferencias de género, pues en las mujeres el factor que más aumenta la vivencia de soledad es la salud y el no poder cuidarse o cuidar de otros. Sin embargo, parece que para los varones el factor más fuertemente asociado a la soledad es vivir solo. También la biografía de las personas, su trayectoria vital en relación a la calidad de las relaciones previas. Por ejemplo, la presencia de la violencia familiar y de pareja está asociada a tener escasas relaciones sociales y de baja calidad, lo que podría predisponer al aislamiento social en el momento de la vejez.

LA MODA DE HABLAR DE LA SOLEDAD, LA CREACIÓN DE CIERTA `ALARMA SOCIAL´ VINCULADA A LA SOLEDAD EN LA VEJEZ PODRÍA ESTAR PERJUDICANDO MÁS QUE MEJORANDO LA SITUACIÓN

Intervenciones en el ámbito de la soledad

Pregunta. Considerando que las causas que caracterizan las soledades son diversas, ¿qué estrategias se pueden llevar adelante para abordar las soledades de las personas mayores sin dejar “a nadie atrás”?  

Respuesta. En primer lugar, se debería hacer una identificación de las personas mayores en riesgo de aislamiento social a través de los miembros de su comunidad, principalmente por sus vecinos y los profesionales de atención primaria social y sanitaria. Sería muy importante prevenir la soledad favoreciendo la intervención social sobre las personas en riesgo de aislamiento social, siempre partiendo del significado de la idea de soledad de cada persona y, a partir de ahí podría ofrecerse actuaciones individualizadas para paliarla. Es necesario que las actuaciones que se ofrezcan sean plurales y diversas, siempre acorde con los valores, intereses de cada persona y favoreciendo puedan sentirse miembros activos de su comunidad. Tener un rol es clave para cualquier persona, pero mucho más en quienes viven y se sientes solas. Una opción aún no suficientemente desarrollada supondría favorecer redes de apoyo mutuo entre los/as ciudadanos/as mayores. Una cosa es clara: si el modo de relación que se promueve en las intervenciones contra la soledad no deseada, no les hace sentir personas valiosas, la actuación no estará adecuadamente diseñada o desarrollada. El empoderamiento ha de ser un elemento esencial de cualquier intervención profesional en este ámbito. Por otro lado, las intervenciones también podrán ofrecer oportunidades de participación en grupos, más pequeños o más amplios, dependiendo del proyecto o de los objetivos de las personas del grupo. Para ello, es muy importante insertarse en la comunidad y, por tanto, deben basarse en los recursos comunitarios de modo que también favorezcan la percepción de identidad comunitaria, a la vez que resulte una experiencia empoderadora y capacitante, tratando que las personas mayores participantes puedan ser tan proactivas como sea posible, en todas las fases del diseño en las propias intervenciones contra la soledad.

Pregunta. ¿Cómo han de estar orientadas estas acciones?

Respuesta. Principalmente hay que aumentar las oportunidades de relación interpersonal, de vínculos personalizadas en los que las personas se sientan reconocidas, únicas, «preferidas» por alguien que ellos consideren valioso/a. Desde luego, las relaciones y las redes sociales que se buscan desarrollar con las intervenciones pilotan sobre la idea del vínculo personal. Es por ello que deben ser relaciones personales, aunque se den en contextos más grupales, y duraderas en el tiempo. Un elemento que se debe tener cuenta en cualquier intervención para abordar la soledad no deseada es la flexibilidad, pues la idea es adaptarse a las características y peculiaridades de las personas solas, partiendo del respeto de su diversidad. Así las iniciativas han de ser muy plurales para poder adaptarse a las diferentes culturas, territorios, identidades y valores de éstas.

Pregunta. El tema de la soledad en las personas mayores se hace cada vez más presente en la agenda social, ¿cuál es tu mirada al respecto?

Respuesta. La moda de hablar de la soledad, la creación de cierta «alarma social» vinculada a la soledad en la vejez podría estar perjudicando más que mejorando la situación. Este discurso alarmista puede contribuir a aumentar más los estereotipos negativos asociados al envejecimiento y, por tanto, a las actuaciones familiares y profesionales paternalistas y sobreprotectoras. Además, el exceso de difusión del tema en los medios de comunicación y de tono alarmista, puede favorecer a que las propias personas mayores interioricen esta situación como algo natural en esta edad. Seguir «engordando» los estereotipos aumenta la idea de la profecía autocumplida, llegando a asumirse que la soledad es una realidad asociada a la vejez, lo que produce una aceptación previa que impida a la persona tratar de poner una solución o prevenirla con anterioridad. Puesto que es una experiencia que ocurre en personas de todas las edades, debería hablarse en los medios de comunicación de este modo. La visión cultural de la soledad en una sociedad, por ejemplo, entendiéndola como un indicador de éxito en la vida, puede influir en la vivencia y expectativa de las personas frente a esta realidad. No parece deseable la información alarmista sobre la soledad, entre otros motivos porque en las sociedades occidentales de las que formamos parte, el éxito social es percibido como un indicador de éxito en la vida y, por tanto, estar solo/a o sentirse solo/a puede aumentar aún más la vivencia de fracaso personal en la vejez. Podría ser positivo ayudar a las personas a ajustar sus expectativas individuales en relación a este tema. Parece razonable hablar más de soledad, o mejor aún, de soledades, como una característica de las sociedades modernas, que afecta a personas de todas las edades y ofrecer, para abordarlas, oportunidades de relación, participación e integración social en aras de construir una sociedad más cohesionada.

 

*Entrevista publicada en el Boletín 21, «La soledad en las personas adultas mayores» del Programa Iberoamericano de Cooperación sobre la Situación de las Personas Adultas Mayores.