Así lo expresa Feliciano Villar, Doctor en Psicología y coordinador del Grupo de Investigación en Gerontología (GIG) de la Universidad de Barcelona. «Con lo que es injusto abordar esta etapa sólo desde una perspectiva de la patología y el riesgo». Abordamos junto a Feliciano desafíos y enfoques relacionados a la salud mental.
Pregunta. Según tu mirada, ¿cuál fue el impacto de las medidas de confinamiento y las restricciones de movilidad en la salud mental de las personas mayores? ¿Cuáles son las lecciones que nos deja hasta el momento esta crisis?
Respuesta. El impacto en las medidas de confinamiento forzoso en la salud mental de los mayores fue, lógicamente, muy grande. Los casos de ansiedad y depresión, así como los sentimientos de soledad aumentaron. No hemos de desdeñar el impacto que supone, en términos de emociones negativas, el hecho de que te restrinjan tu libertad, la incertidumbre respecto a qué sucedería si te contagiases y desconocer hasta cuándo se podía prolongar la situación excepcional, o también verte alejado de tus seres queridos. Muchos de estos efectos pueden prolongarse o evidenciarse todavía hoy. Dicho esto, también es cierto que las personas mayores demostraron una capacidad de resiliencia igual o mayor que colectivos de otras edades.
En mi opinión, hay dos grandes lecciones que deberíamos haber aprendido (aunque dudo que lo hayamos hecho). La primera, la conciencia de la propia vulnerabilidad, de que no somos omnipotentes y tenemos límites. La segunda, tener en cuenta que, especialmente en situaciones excepcionales como la vivida, y aunque resulte paradójico, nos necesitamos los unos a los otros. No podemos salir solos de este tipo de situaciones, por lo tanto, disponer de comunidades fuertes y de recursos es vital para la recuperación de todos.
Pregunta. Mencionaste que los efectos de la pandemia en términos emocionales pueden prolongarse. Sobre ello, ¿crees que serán necesarias intervenciones específicas que aborden los efectos psicológicos provocados por la pandemia?
Respuesta. Creo que a raíz de la pandemia, y al menos en España, se ha notado una mayor presencia de los temas y la atención a la salud mental en el debate público. Sin duda necesitaríamos mayor inversión, especialmente en atención primaria, para hacer frente al aumento de personas que requieren atención psicológica, y no acudir exclusivamente a la medicación como remedio rápido para ello. Existen algunas propuestas para incorporar más profesionales de salud mental (psicólogos, psiquiatras) en el sistema público, esperemos que puedan salir adelante y que se otorgue a este tema la prioridad (también en términos presupuestarios) que merece. Por otra parte, también me parece importante que se hable de manera más abierta de los problemas de salud mental, que muchas veces han sido ocultados y asociados a estigmas sociales.
Pregunta. Sobre los/as profesionales que acompañaron a las personas mayores durante este tiempo, es sabido que las/os cuidadoras/es atravesaron situaciones complejas que posiblemente les haya afectado. ¿Qué medidas vinculadas a la salud mental conviene tomar para este grupo?
Respuesta. Desde hace mucho tiempo sabemos que los cuidadores y cuidadoras son un colectivo especialmente sensible, debido a la gran exigencia, en términos de tiempo, material y, sobre todo, emocional, que implica cuidar a una persona con dependencia. Existen programas de acompañamiento, de apoyo mutuo y de respiro que son efectivos, y la situación por la que hemos pasado no hace más que señalar la importancia que tiene que lleguen a todos los cuidadores que lo necesitan. Es importante también la formación en este tema, para que el cuidador ‘aprenda’ a cuidar mejor y, sobre todo, a cuidar de sí mismo.
Pregunta. Uno de los temas que tuvo especial atención fue la situación de las personas mayores que viven en residencias. ¿Son suficientes los servicios de atención a la salud mental que hay en ellas? ¿De qué manera afectó el confinamiento a la salud mental de los/as residentes?
Respuesta. Este tema ha sido especialmente dramático en mi país, en el que han fallecido miles de personas mayores que viven en residencias sin haber recibido atención médica adecuada. De hecho, hay indicios de que no se priorizaba el tratamiento de las personas que vivían allí. Además, el aislamiento y las medidas de restricción social han sido especialmente duras, y muchas personas mayores han pasado meses aisladas en su habitación. Es más, varios meses después de que se levantasen las medidas de restricción social para la población general, todavía en muchas residencias el régimen de visitas se encuentra limitado. El efecto que ello puede causar en personas, por ejemplo, con demencia, que tienen problemas de desorientación y necesitan estimulación, es devastador. Son un colectivo que se encuentra en el final de su vida, con lo que cada mes, cada día que se les priva de disfrutar sus actividades, de ver a sus seres queridos, es especialmente penalizador, y plantea profundos problemas éticos. Yo me pregunto si una vida vivida en esas condiciones merece la pena.
Todo ello implica una violación de derechos que, si se diera en otro colectivo, no toleraríamos. Deberíamos aprovechar esta situación tan dramática que hemos pasado para visibilizar la situación de las personas mayores que viven en instituciones y, en lugar de medicalizar estos lugares y convertirlos en hospitales donde uno sólo puede esperar la muerte, integrarlos más en la comunidad y hacer de ellos un hogar, un sitio donde recibir apoyos para seguir viviendo y desarrollándose.
“ME PARECE IMPORTANTE QUE SE HABLE DE MANERA MÁS ABIERTA DE LOS PROBLEMAS DE SALUD MENTAL, QUE MUCHAS VECES HAN SIDO OCULTADOS Y ASOCIADOS A ESTIGMAS SOCIALES”
“Post-Traumatic Growth among Older People after the Forced Lockdown for the COVID–19 Pandemic”
En el marco de la pandemia, Feliciano Villar junto a Montserrat Celdrán y Rodrigo Serrat del Grupo de Investigación en Gerontología (GIG) de la Universidad de Barcelona, llevaron adelante el estudio “Crecimiento postraumático entre las personas mayores después del cierre forzoso por la pandemia COVID-19” (editado originalmente en inglés bajo el título Post-Traumatic Growth among Older People after the Forced Lockdown for the COVID–19 Pandemic). La investigación, publicada en Cambridge University Press el 10 de septiembre del presente, tuvo como objetivo principal generar conocimiento mediante la exploración de las fortalezas de las personas mayores basadas en el concepto de crecimiento postraumático (PTG) en el transcurso de la pandemia, y se llevó a cabo inmediatamente después de los 49 días de cierre forzoso en España, durante marzo a abril de 2020.En total, 1.009 personas de 55 años o más participaron en el estudio y completaron un cuestionario en línea.
Pregunta. En el estudio se explora el crecimiento postraumático (PTG por sus siglas en inglés – Post-Traumatic Growth) en personas mayores inmediatamente después del cierre forzoso en España, ¿nos puedes explicar el concepto de crecimiento postraumático?
Respuesta. En pocas palabras, se refiere a los aprendizajes y competencias que aparecen a raíz de la experiencia de un acontecimiento negativo. Obviamente, a nadie le gusta experimentar situaciones complejas (desastres naturales, guerras, muertes, etc.), pero el ser humano tiene tal capacidad de adaptación que incluso de ello puede extraer algo bueno y aprender.
Pregunta. Justamente, se publicaron diversos estudios sobre los efectos de cuarentenas prolongadas en la salud mental de las personas mayores, muchos de ellos reportando resultados psicológicos negativos. ¿Por qué es importante centrar la mirada en el impacto positivo de la pandemia COVID-19?
Respuesta. En nuestra opinión, es importante para ofrecer una visión más compleja de las personas mayores. Una mirada que compense los mensajes edadistas y estigmatizantes dominantes en la sociedad. Se trata de abordar la vejez también desde una perspectiva de desarrollo, y enfatizar sus fortalezas, que las hay. Esto no supone negar pérdidas (sería absurdo), sino resaltar que no sólo hay pérdidas, que también podemos encontrar ciertas ganancias.
“SE TRATA DE ABORDAR A LAS PERSONAS MAYORES TAMBIÉN DESDE UNA PERSPECTIVA DE DESARROLLO, Y ENFATIZAR SUS FORTALEZAS, QUE LAS HAY. ESTO NO SUPONE NEGAR PÉRDIDAS (SERÍA ABSURDO), SINO RESALTAR QUE NO SÓLO HAY PÉRDIDAS, TAMBIÉN ENCONTRAMOS CIERTAS GANANCIAS”
Pregunta. En el estudio PTG también se expresa que la experiencia de la soledad en tiempos de pandemia se ha retratado habitualmente de forma negativa, pero algunos estudios han buscado centrarse en el impacto positivo de estar o sentirse solo. Considerando que existen diversas soledades y maneras de transitarlas, ¿cuál puede ser el impacto positivo de estar o sentirse solo?
Respuesta. La soledad no siempre es algo negativo. En ocasiones las personas necesitamos estar solas para encontrarnos a nosotros mismos, para disfrutar de momentos de tranquilidad e intimidad. Hay soledades muy placenteras. Lo cual no significa que, para otras personas o en otros momentos, cuando la soledad es no deseada y la persona encuentra barreras a veces insuperables para seguir vinculada a las personas que le rodean, sea una experiencia muy frustrante que puede teñir la experiencia de vivir de emociones displacenteras.
Pregunta. ¿Qué conclusiones destacas del estudio?
Respuesta. Quizá la conclusión principal es que muchas personas mayores poseen capacidades de adaptación y resiliencia enormes, con lo que es injusto abordar esta etapa de la vida sólo desde una perspectiva de la patología y el riesgo. Hemos de valorar, tener en cuenta y aprovechar las fortalezas de las personas mayores, no sólo tenemos que fijarnos en sus debilidades.
Pregunta. Claro, hay una tendencia social histórica a abordar cuestiones relacionadas al envejecimiento y la vejez desde una mirada negativa? ¿De qué manera se puede cambiar esta situación?
Respuesta. Se debe poner el énfasis en la diversidad: no todas las personas mayores son iguales, hay perfiles muy diferentes e incluso en una misma persona pueden convivir elementos de pérdida junto con otros de ganancia. Se trata de abandonar los estereotipos y generalizaciones negativas para pasar a valorar también aquello que este grupo puede aportar, e identificar los elementos positivos que van apareciendo a medida que uno se hace mayor.
En general, los estudios sobre vejez tienen poco en cuenta la diversidad de esta etapa de la vida, y se considera a toda persona mayor de 60 o 65 años como miembro de un grupo homogéneo. La realidad es que, en general, poco tiene que ver una persona de 65 años, que probablemente tienen una salud suficiente para llevar a cabo las actividades que desea, con una de 85 o 90, que (aunque como en todo, hay excepciones) probablemente tiene un mayor nivel de fragilidad, cuando no de dependencia. Y las diferencias no son solo de salud, sino de educación, experiencias generacionales, estilos y actitudes ante la vida, etc. Unos tienen más recursos, otros no tanto, y esto afecta sin duda a cómo enfrentamos situaciones tan excepcionales como es una pandemia.
Pregunta. Por último, desde tu compromiso con la investigación, ¿consideras que es necesario promover investigaciones que contribuyan a ampliar nuestra comprensión de los efectos psicológicos de la pandemia en la población mayor?
Respuesta. Sí, es un ámbito lógicamente muy interesante, y se necesitan más estudios. Sin embargo, también detecto un cierto cansancio entre mis colegas, ante el aluvión de estudios sobre la COVID y sus efectos en el último año y medio, donde parece que no se hablaba de otra cosa. Ha sido un evento muy importante, que no podremos olvidar y marcará de una manera u otra nuestras vidas, pero la vida sigue. Y ojalá lo haga de una mejor manera si conseguimos aprovechar las lecciones que nos deja esta situación dramática que hemos experimentado.
“QUIZÁ LA CONCLUSIÓN PRINCIPAL DEL ESTUDIO ES QUE MUCHOS MAYORES CONSERVAN UNAS CAPACIDADES DE ADAPTACIÓN Y RESILIENCIA ENORMES, CON LO QUE ES INJUSTO ABORDAR ESTA ETAPA SÓLO DESDE UNA PERSPECTIVA DE LA PATOLOGÍA Y EL RIESGO”
Sobre Feliciano Villar: Actualmente trabaja en el Departamento de Cognición, Desarrollo y Psicología de la Educación de la UB. Director del Máster Interuniversitario en Psicogerontología de la UB y coordinador de la Red Iberoamericana Interdisciplinar de Investigación en Envejecimiento y Sociedad (RIIIES). Su trayectoria de investigación se vincula al ámbito de la representación y percepción del envejecimiento; educación y personas mayores; vida cotidiana en la vejez: adaptación, bienestar y actividades; y generatividad en la vejez. Publicó diversos estudios, y es coautor de libros como “Psicología evolutiva: modelos de desarrollo cognitivo”, “Envejecer en positivo” y “Desarrollo adulto y envejecimiento”, entre otros.
Nota publicada en el Boletín 25, «Salud mental de las personas adultas mayores, en especial en tiempos de pandemia por el COVID-19» del Programa Iberoamericano de Cooperación sobre la Situación de las Personas Adultas Mayores.