Mónica Lladó, integrante del Centro Interdisciplinario de Envejecimiento (CIEn) de la Universidad de la República de Uruguay, reflexiona sobre la educación con y para las personas adultas mayores y el vínculo entre quienes aprenden enseñando y quienes enseñan aprendiendo.
En Uruguay el derecho a la educación -a enseñar y a aprender- está reconocido en la Constitución de la República, enmarcado en los principios democráticos tales como la libertad de pensamiento, autonomía, enseñanza, cátedra, laicidad y obligatoriedad.
“Desde este paradigma de derechos, los Estados deben promover políticas públicas que permitan el más amplio acceso a la educación y a la cultura para todas las edades”, resalta Mónica Lladó, Profesora Adjunta de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, integrante del Centro Interdisciplinario de Envejecimiento (CIEn) y Magister en Antropología,
Pregunta. ¿Cuál es el rol de la academia en la promoción del acceso a la educación y al aprendizaje a lo largo de la vida?
Respuesta. La academia tiene un papel muy importante en la medida que es responsable de formar e investigar sobre esta temática, para obtener datos específicos que permitan la elaboración, planificación y desarrollo de las políticas públicas. Para tales acciones es estratégico considerar el paradigma de derechos, incluyendo la perspectiva de los paradigmas de conocimiento críticos y participativos, de la diversidad, interculturalidad e interdisciplina.
Pregunta. Respecto a las conceptualizaciones académicas de algunos términos que muchas veces se utilizan como sinónimos, ¿existen diferencias entre las nociones “educación permanente” y “aprendizaje a lo largo de la vida”?
Respuesta. Considero que son constructos teóricos desarrollados en diferentes instancias políticas, con diferentes énfasis e intereses. Mientras la educación permanente se puede asociar a las transformaciones en el mundo del trabajo y la necesidad de una mano obra aggiornada a las circunstancias, el aprendizaje a lo largo de la vida alude al derecho de la educación combinado con la necesidad de estar a la altura de la aceleración de los cambios. En el fondo ambas comparten las mismas necesidades, pero por ahí, los fundamentos políticos pueden ser diferentes.
Entre los marcos legales se ubica la Ley General de Educación (N°18.437), publicada el 16 de enero de 2009, la cual reconoce el goce y el ejercicio del derecho a la educación, como un bien público y social, «que tiene como fin el pleno desarrollo físico, psíquico, ético, intelectual y social de todas las personas sin discriminación alguna”. En relación a la política educativa nacional, explicita que «tendrá como objetivo fundamental que todos los habitantes del país logren aprendizajes de calidad, a lo largo de toda la vida y en todo el territorio nacional, a través de acciones educativas desarrolladas y promovidas por el Estado, tanto de carácter formal, como no formal”.
Asimismo, la mencionada Ley identifica que «los educadores como agentes de la educación deben formular sus objetivos y propuestas, y organizar los contenidos en función de los educandos de cualquier edad”. Este marco incluye a las personas mayores como sujetos con derecho a continuar estudiando y a no ser discriminados por razones de edad en las instancias formativas.
Asimismo, Uruguay es uno de los países que ha ratificado la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, aprobada en 2015 en el seno de la Organización de los Estados Americanos. Hasta el momento, se trata del único instrumento interamericano, de carácter vinculante, que aborda todos los derechos protegidos de las personas mayores: civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.
Pregunta. ¿Cómo se puede garantizar el derecho a la educación en este contexto pandémico? ¿Cuáles son los desafíos que se plantean en las acciones vinculadas al aprendizaje de las personas mayores en particular?
Respuesta. Los desafíos son múltiples, en tanto, la necesidad de adecuar los recursos disponibles a la virtualidad, o a una presencialidad con algunas restricciones, supone la adecuación de hardware, software, y de las propias prácticas pedagógicas a los medios comunicacionales informáticos. Así también, es fundamental reconocer los problemas de accesibilidad a los medios informáticos necesarios para desarrollar la virtualidad. Entre ellos, la formación de los agentes para el uso de los medios, establecer nuevos contratos de comunicación, así como el trabajo en red, para aquellas situaciones en las que las personas mayores no sean autónomas para el manejo de los recursos o tengan algunas limitaciones físicas o neurológicas.
Pregunta. ¿Qué estilos de aprendizaje serían los más pertinentes a aplicar en este escenario? ¿Qué características deberían reunir los/las educadores/as para favorecer dichos aprendizajes?
Respuesta. Los estilos de aprendizajes siempre deben apuntar a la participación, autonomía y respeto de los procesos de cada persona, así como promover aprendizajes significativos o con sentido. Los/as educadores/as deberían ser capaces de impulsar los aspectos antes señalados y estar munidos/as de estrategias pedagógicas y comunicacionales para desarrollarlas. Por otra parte, deberán manejar adecuadamente los contenidos a trabajar, así como tener entrenada una escucha atenta de cada participante y de las dinámicas grupales. Es decir, creo que quienes educan deberán trabajar como paso epistemofílico y procesual, acerca de las creencias prejuiciosas respecto a la población con la que trabaje, así como un análisis de sus propias prácticas y reacciones en el encuentro, dado que entiendo que todo encuentro educativo es un proceso de aprendizaje bidireccional, o como diría Pichon Rivière Rivière Riviere, un enseñaje.
En cuanto al “paso epistemofílico”, la especialista aclara que se refiere al constructo que articula el psicólogo social Enrique Pichón Rivière, a partir de la conceptualización realizada por el filósofo Gaston Bachelard, sobre los obstáculos epistemológicos que, justamente, refieren a aquellas dificultades, impedimentos, confusiones, prejuicios que, asentados en el proceso de producción, perjudican o anulan el avance del conocimiento. Por tanto, la acción pedagógica requiere de la objetivación de quien enseña aprendiendo y de quien aprende enseñando para poder dar lugar al enseñaje que supone un encuentro entre sujetos ávidos de aprender, que no han agotado o limitado el conocimiento y que tienen condiciones particulares para aportar al proceso educativo.
Este abordaje que señala Lladó bien puede vincularse a las propuestas de educación formal y no formal. Respecto a este último, el Consejo Nacional de Educación no Formal de Uruguay (CONENFOR) señala que, en el marco de una cultura del aprendizaje a lo largo de toda la vida, la educación no formal “comprenderá todas aquellas actividades, medios y ámbitos de educación, que se desarrollan fuera de la educación formal, dirigidos a personas de cualquier edad, que tienen valor educativo en sí mismos y han sido organizados expresamente para satisfacer determinados objetivos educativos en diversos ámbitos de la vida social, capacitación laboral, promoción comunitaria, animación sociocultural, mejoramiento de las condiciones de vida, educación artística, tecnológica, lúdica o deportiva, entre otros”.
Desde estos marcos se plantea la cada vez más necesaria profundización de la reflexión sobre las representaciones sociales de las personas mayores. Desde hace varios años Mónica Lladó aboga por pensar, interpelar e interpretar a las personas mayores como “capital humano y social”, y por consolidar la idea que sostiene cuán beneficioso es para toda la sociedad, no sólo para quienes transitan la vejez, la promoción de la participación y la ampliación de propuestas sociales, sociales, educativas y culturales destinadas a las personas mayores con el fin de garantizar el derecho a aprender durante todo el curso de vida.
“Algunos estudios psicoanalíticos demuestran que en la vejez florece el proceso creativo. Es un prejuicio creer que por la edad no se puede aprender», enfatiza la académica y agrega, “la experiencia es una herramienta poderosa para aprender y la edad no marca ningún límite para la incorporación de nuevos conocimientos ni para interactuar con pares o personas de otras edades. Esos límites los establece la sociedad y tenemos que continuar trabajando para borrar tales límites”.
Entrevista publicada en el Boletín 23, «Las personas mayores y el aprendizaje a lo largo de la vida» del Programa Iberoamericano de Cooperación sobre la Situación de las Personas Adultas Mayores.