“El aislamiento social y emocional de los grupos LGBTI+ es una de las consecuencias de vivir en tensión o contradicción con los valores de una sociedad tradicionalista y conservadora”, sostiene María Concepción Arroyo Rueda, profesora e investigadora de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED) de México y especialista en envejecimiento y género.

 

María Concepción Arroyo Rueda, es miembro de la Red Iberoamericana de Investigación Interdisciplinar en Envejecimiento y Sociedad (RIIIES). Sus áreas de interés son el envejecimiento, el género, las políticas sociales, la salud mental y la subjetividad | Fuente: Propia

Pregunta. Vemos que en los últimos años se le viene prestando mayor atención al fenómeno de la soledad, ¿cómo podemos entenderla?

Respuesta. Efectivamente, se le está dando mayor importancia en el sentido de desmitificarla, pues anteriormente había un discurso generalizado de que la soledad y estar solo eran lo mismo, y consecuentemente, tenía un significado negativo. De hecho, muchas de las personas mayores de hoy, le siguen dando este significado. Ahora, las nuevas generaciones asumen y viven la soledad de manera más abierta, deseada y además defienden su soledad.

Contrariamente, la soledad no deseada, por ejemplo, en las personas mayores, representa abandono, falta de reciprocidad y de afecto de sus familiares, para ellos equivale a tristeza y desgano por la vida, aunque tengan a otras personas cerca, la familia siempre es más importante. No obstante, esto está cambiando, cada vez más personas mayores viven solas por decisión aún a costa de alejarse de sus familias.

Pregunta. Uno de los colectivos más invisibilizado históricamente ha sido el de las personas mayores LGBTI+ y también uno de los más segregados. ¿Podemos considerar a la discriminación como una de las causas de la soledad no deseada? ¿Cómo se puede abordar desde la educación y desde las políticas públicas?

Respuesta. Pues es un estigma más que, si bien afecta a personas jóvenes, lo es mucho más si se trata de personas mayores. El aislamiento social y emocional es una de las consecuencias de vivir en tensión y contradicción con los valores de una sociedad tradicionalista y conservadora. La discriminación es sinónimo de exclusión y la exclusión empuja a las personas a tomar distancia de otros grupos sociales, yo diría “sana distancia”, pues ¿a quién le gusta sentirse discriminado o excluido? Pero al mismo tiempo que esa distancia te protege de la discriminación, también puede generar que te sientas solo.

La forma de abordar este tema requiere sencillamente de aplicar lo que dice la política pública, los documentos de derechos humanos, los pactos internacionales; es decir, todo está en el papel, lo realmente difícil es llevarlo a cabo. La educación sobre el respeto a la dignidad de las personas no solo está en la familia, está también en otras instituciones como la iglesia, la comunidad, las acciones del gobierno, en fin. Lo único que se requiere es ser congruentes con lo que se dice, evaluar, supervisar programas, funcionarios, etc.

Sucede también que “a la vejez se le siguen adjudicando todos los males del mundo, incluida la soledad”, reflexiona Arroyo Rueda sobre las construcciones sociales viejistas: “si eres viejo/a, pobre, enfermo/a, y además estás solo/a, es como si la calamidad más grande del mundo te alcanzara”.

A LA VEJEZ SE LE SIGUEN ADJUDICANDO TODOS LOS MALES DEL MUNDO, INCLUIDA LA SOLEDAD

Pregunta. En su artículo “Hombres Mayores Maltratados. Subjetividades y Retroalimentación Familiar de la Violencia, usted explica que “el maltrato produce emociones de soledad, entre otras” y que en “nuestra cultura es mucho más frecuente que las mujeres denuncien la violencia que reciben de los varones; es inusual que ellos sean los que denuncien”. ¿Se puede pensar esa misma actitud o comportamiento en relación a la soledad? ¿Admitir sentirse solo puede ser estigmatizante para los varones en una cultura patriarcal?

Respuesta. Considero que sí, si bien hay excepciones, una gran mayoría de varones suelen ocultar tanto el maltrato que reciben de la familia como el sentimiento de soledad. Recordemos que México es un país con mucho machismo aún, y los hombres mayores traen consigo los valores de una cultura de dominación y de violencia que según ellos “los legitima como varones”. Para ellos, hablar de soledad y de ser maltratados son signos de debilidad, cosas que solo les pasan a las mujeres.

“Tenemos arraigada la tradición familista. El discurso de que la familia es la célula básica de la sociedad sigue en el imaginario colectivo”, enfatiza Concepción Arroyo Rueda y explica que los hijos, hijas, madres, padres, hermanos, siguen siendo el elemento más importante para que las personas se sientan solas o no. “Claro que importa tener afectos, redes y apoyos sociales, derechos como la pensión o los servicios de salud, pero si la familia te falla, aún con todas las redes que se tengan es muy probable que la gente se sienta sola, porque se sigue idealizando a la familia”.

Pregunta. En esta concepción familista de la sociedad mexicana, ¿qué acciones con enfoque de género y diversidad sexual para prevenir la soledad no deseada?

Respuesta. Resulta un tanto complicado dadas las características de nuestra cultura. Considero que se tiene que promover información y sensibilizar a todos los niveles: en las familias, en los centros de reunión de personas mayores, pero un obstáculo importante son algunos mandatos religiosos, pues si bien existen honrosas excepciones, sabemos que la mayoría de las religiones rechazan todo tipo de libertades y derechos en este tema. Y muchas de las personas mayores se apegan a la iglesia en esta etapa, entonces entran en fuertes contradicciones con sus necesidades espirituales por un lado, y su derecho para ejercer su sexualidad con libertad. Pienso que valdría la pena introducirse en estos grupos religiosos para informar y sensibilizar, pero me detengo a pensar si no sería esto un intento inútil. Aunque la gente conservadora te la encuentras por donde quiera: una vez en un cine-debate en una escuela de mi universidad, un joven estudiante nos cuestionó el tema de la película, que justo tenía que ver con una relación de pareja entre un hombre mayor y un joven. Entonces, creo que mucha información, por todos los medios posibles, y tiempo, pues las creencias no cambian de la noche a la mañana.

De acuerdo a las reflexiones de Arroyo Rueda, el abordaje de la soledad requiere una mirada interseccional y multicultural desde un enfoque de derechos humanos. Como en la mayoría de los países de la región Iberoamericana, “la investigación es escasa en nuestro país, pues además de indagar las variables sociodemográficas, la exploración de redes de apoyo sería útil para el diseño de programas de apoyo. La dimensión emocional de la soledad, los sentimientos que genera, conducen a estados de ánimo que pueden desencadenar en depresión y/o suicidio. Sin embargo, también es importante destacar que a través de un estudio descubrimos que las personas mayores que durante su vida ya enfrentaron la soledad, son más resilientes cuando la viven en la vejez, es un dato que debemos seguir ampliando e investigando. La última etapa de la vida se debe vivir con el mayor bienestar posible, no por ser la última, debe perder interés para los académicos y los responsables de las políticas”, sentencia la investigadora.

 

*Entrevista publicada en el Boletín 21, «La soledad en las personas adultas mayores» del Programa Iberoamericano de Cooperación sobre la Situación de las Personas Adultas Mayores.