Sandra Huenchuan es funcionaria de la Unidad de Desarrollo Social de la sede subregional de la CEPAL en México | Fuente: Sandra Huenchuan

La edición 27 del Boletín del Programa Iberoamericano de Cooperación sobre la Situación de las Personas Adultas Mayores (PICSPAM) dialoga con una de las expertas más destacadas e influyentes de la región acerca de la Década del Envejecimiento Saludable (2021-2030).

Sandra Huenchuan es una de las investigadoras más prolíficas dentro del campo que convoca al envejecimiento, la vejez y las personas mayores y ha jugado un rol muy importante (entre muchos otros) como una de las especialistas que acompañó y lideró activamente el proceso de creación de la “Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores”, y que continúa abogando por sumar adhesiones de los países del continente a este instrumento jurídicamente vinculante, el único en su tipo a nivel mundial. Sus aportes en esta charla se centrarán en los desafíos que la Década debería generar particularmente en América Latina y el Caribe.

Pregunta. ¿Qué es la Década del Envejecimiento Saludable y a partir de qué hechos o situaciones es posible explicarla?

Respuesta. En 2020, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Década del Envejecimiento Saludable, que comprende 10 años de acciones concertadas y colaborativas para mejorar las vidas de las personas mayores —definidas como aquellas de 60 años y más— en el entorno familiar y comunitario. De esta forma, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se une a otras iniciativas que buscan visibilizar el cambio demográfico en curso y los desafíos que conlleva para todas las sociedades.

Con este marco, se pueden identificar dos fenómenos demográficos a los cuales deben responder las acciones emprendidas dentro de la Década. Por un lado, una sociedad que envejece —aumento absoluto y relativo de las personas mayores— y, por el otro, una sociedad que se hace gradualmente más longeva —incremento de la esperanza de vida en todas las edades—.

Entre 1950 y 2022, la población de 60 años y más de América Latina y el Caribe pasó de 8,7 a 88,6 millones de personas. En 1950, este grupo de edad representó el 5% del total de la población y en 2022 corresponde al 13,4%. Se espera que para 2050 el número de personas mayores se duplique con respecto a 2022, llegando a 188,1 millones, lo que significa el 25,1% del total de la población.

No obstante, la evolución de la población infantil es diferente: aunque se incrementó en un 45% en el lapso de las últimas 7 décadas, se estima que los niños y las niñas menores de 15 años disminuyan en un 17,6% en el transcurso de los próximos 28 años. Para ilustrar estos datos mencionados, comparto un gráfico que elaboré con base en el informe “World Population Prospects 2022”, de la División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas.

De este modo, hoy no sólo hay más personas que llegan a los 60 años, sino que además la duración de la vida se ha extendido. La esperanza de vida al nacer en la región fue de 48,5 años en 1950 y en 2022 sumó 25 años adicionales, llegando a los 73,5 años. En 2010, a los 60 años, la esperanza de vida restante fue de 20,4 años y se pronostica que aumente en 4,2 años en 2050.

Por lo tanto, la combinación del envejecimiento con la longevidad trae consigo importantes consecuencias. Nuestras sociedades se han organizado de manera tal que divide el ciclo de vida en etapas que no siempre son intercambiables —educación, trabajo y ocio— y en la cual la productividad pareciera estar concentrada en las edades adultas, mientras que la infancia y la vejez son edades concebidas como dependientes, un ejemplo elocuente de ello es el indicador que expresa la tasa de dependencia demográfica.

América Latina y el Caribe: Estructura por edades de la población según sexo. 1950, 2022 y 2050 | Fuente: Sandra Huenchuan

Pregunta. En torno lo mencionado, ¿se puede advertir que esta estrategia mundial sobre el envejecimiento saludable suma un nuevo marco, no sólo temporal sino práctico, para tensionar y reflexionar (o continuar haciéndolo) sobre lo que se entiende por vejez y, al mismo tiempo, lo que implica el fenómeno de la longevidad en las personas y las poblaciones?

Respuesta. En los últimos años se ha ampliado el debate sobre la vejez y surgen cuestionamientos relacionados con la definición cronológica de esta etapa de la vida y la homogeneidad que de ella se deriva. Se plantea, por ejemplo, que definir su inicio a partir de los 60 o 65 años es un criterio que debe ser superado porque no se condice con el incremento de la esperanza de vida. También se discute el dar demasiada importancia a la edad cronológica en la definición de la identidad de las personas mayores, descuidando otras formas de autoidentificación y las biografías de cada sujeto. Se postula que la edad es una de las muchas dimensiones de los procesos de diferenciación social, pero que sería un error comprenderla de forma aislada, sin considerar el contexto social y las relaciones de poder que se originan a partir de ella.

Investigadores e investigadoras en distintas partes del mundo están proponiendo nuevas formas de definir la vejez. Una de ellas es la edad prospectiva que se centra en la dimensión futura de la longevidad y que define la vejez como el tener 15 años o menos de la esperanza de vida promedio restante[iii]. Si se utiliza este indicador, el criterio para considerar a una persona como de edad avanzada varía según lugar y en 2020 todos los países de la región habrían superado el umbral de los 60 años.

Ejercicios como éste ponen en evidencia que la extensión de la longevidad será un asunto crucial en las próximas décadas. Para ello comparto otro gráfico, que he elaborado en base a un artículo reciente de Stuart Gietel-Basten y otros/as autores/as, que contribuye y evidencia lo que comento al respecto.

Sin embargo, hay que mencionar que la esperanza de vida no siempre refleja las condiciones de salud de la población. Esto se aprecia claramente cuando se analiza la esperanza de vida saludable. De acuerdo con la última información disponible para 20 países de la región, a mayor esperanza de vida restante a los 60 años se acrecienta la probabilidad de que una parte sustancial de la existencia ocurra cuando las condiciones de fragilidad y discapacidad pueden aumentar por enfermedad o lesión (en promedio, sobre un tercio de los años vividos a partir de los 60 años). Lo interesante de esta forma de mirar el cambio demográfico es el énfasis de las prioridades y oportunidades.

América Latina: Edad prospectiva de la vejez. 1980, 2020 y 2050 | Fuente: Sandra Huenchuan

LO INTERESANTE DE ESTA FORMA DE MIRAR EL CAMBIO DEMOGRÁFICO, ES EL ÉNFASIS DE LAS PRIORIDADES Y OPORTUNIDADES

Pregunta. Teniendo en cuenta esta última mención y asistiendo a la propuesta de este nuevo plan global sobre envejecimiento y salud, ¿cuáles son los principales desafíos que promueve la Década y cómo deberían atravesar las iniciativas de los países de Latinoamérica y el Caribe, en términos de políticas públicas o acciones a favor del colectivo de las personas mayores y del logro de sus objetivos estratégicos hacia 2030?

Respuesta. La Década del Envejecimiento Saludable ha de concentrarse en la situación de la actual generación de personas mayores e indudablemente incluir intervenciones de largo plazo dirigidas a sentar las bases de una longevidad saludable desde una perspectiva de curso de vida. En este sentido, cuando hablamos de “longevidad saludable” propongo la definición que que realiza Andrew Scott como el “estado en que los años de buena salud se acercan a la vida biológica con capacidad física, cognitiva y social, lo que permite el bienestar de toda la población porque se minimizan las cargas individuales y colectivas asociadas a un envejecimiento con mala salud”.

Intervenir a largo plazo en dichos aspectos se vuelve un reto enorme, sobre todo para los países de nuestra región, donde el envejecimiento individual y poblacional se dan en un contexto de desigualdades de ingresos, género, étnicas, entre otras. Así, y en vista de que esta iniciativa de la OMS se relaciona con otras en marcha, hay que lograr una interrelación óptima entre cada una de las propuestas para aprovecharlas de la mejor manera posible.

Como señalamos en una publicación reciente, antes de la pandemia por COVID-19, se estaba asentando un consenso para abordar los asuntos de las personas mayores desde una perspectiva de derechos humanos. Pero, durante ella se atestiguó que su aceptación no estaba del todo resuelta. Transcurridos más de dos años desde el inicio de la emergencia sanitaria internacional por esta enfermedad, muchas personas mayores sufrieron el atropello de su dignidad e independencia, observaron o experimentaron cómo se agravaron las pautas prexistentes de discriminación en su contra, vieron amenazados o perjudicados sus derechos a la salud, a la educación o al trabajo.

Hay que velar con ahínco para no perder lo logrado, no sólo porque es políticamente correcto, sino porque es un asunto fundamental para la gestión del cambio demográfico. En este marco, las transformaciones estructurales son fundamentales para garantizar un envejecimiento y longevidad saludable. Hay que erradicar la discriminación por edad que aqueja principalmente a dos colectivos sobre los que hay que poner especial atención: las personas jóvenes y las personas mayores. A las primeras hay que asegurarles condiciones para que puedan envejecer dignamente, a las segundas hay que abrirles oportunidades para que contribuyan plenamente a la sociedad.

Los gobiernos tendrán que desplegar distintas iniciativas de acuerdo con su grado de envejecimiento —porcentaje de personas de 60 años y más— y longevidad —esperanza de vida a los 60 años—. Por ejemplo: Argentina, Chile, Costa Rica, Cuba y el Uruguay se enfrentan al desafío combinado de garantizar una longevidad saludable a la par de atender las necesidades de un grupo amplio de población de edad avanzada. En cambio, Bolivia, El Salvador, Guatemala, Honduras, entre otros, deben ampliar sus esfuerzos para comprimir la morbilidad aun cuando tienen un porcentaje de personas mayores por debajo del promedio regional.

De esta manera, las estrategias a desplegar son variadas, pero sin duda, todas deben garantizar aspectos básicos del envejecimiento y de la longevidad saludable: la protección de la dignidad de las personas durante toda la vida, la seguridad financiera —incluyendo arreglos que permitan combinar la participación en la fuerza laboral, el estudio o el goce de una pensión—, la salud —con énfasis en la prevención y promoción más que en la atención aguda— y los cuidados —compatibilizando la vida productiva y reproductiva— con una visión de largo plazo y sostenibilidad.

Sandra Huenchuan es Doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Artes y Ciencias Sociales de Chile (UARCIS) y es titular de un Posdoctorado en Antropología de la Universidad de Chile. Se ha desempeñado desde 2002 como especialista en el tema de envejecimiento en el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), la División de Población de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas. Tiene a su cargo, entre otras actividades, la coordinación técnica del seguimiento regional del Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento por medio de la Conferencia Regional Intergubernamental sobre Envejecimiento y Derechos de las Personas Mayores en América Latina y el Caribe.

 * Nota publicada en el Boletín 27«La Década del Envejecimiento Saludable (2021-2030)» del PICSPAM.