La iniciativa promueve la participación de las personas mayores en la sociedad en la que viven. | Fuente: Freepik

«La integración de la perspectiva de género en los procesos de planificación urbana y en las políticas de ciudades amigables con las personas mayores asegura una respuesta más inclusiva y equitativa, fomentando entornos físicos y sociales libres de discriminación y enriqueciendo la calidad de vida de mujeres y hombres por igual», afirma Maite Pozo, Coordinadora de la Red de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores del Imserso.

El Proyecto “Ciudades y comunidades amigables con las personas mayores – Age friendly cities” forma parte de la estrategia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la década del Envejecimiento Saludable (2021-2030). La iniciativa se basa en la premisa de que una ciudad o comunidad amigable con las personas mayores es aquella que adapta sus servicios y estructuras físicas para ser más inclusiva y ajustarse activamente a las necesidades de su población.

Como elemento clave en la estrategia y operación de la iniciativa a nivel mundial, la OMS propuso en 2010 la creación de la Red Mundial de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores. Su objetivo principal es conectar ciudades, comunidades y organizaciones con la visión común de crear entornos donde envejecer dignamente y con calidad.

En España, el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso) lidera la coordinación de la propuesta, y se encarga de dinamizar la Red en todo el país. En colaboración con el Centro de Referencia Estatal de Autonomía Personal y Ayudas Técnicas (Ceapat), el Imserso juega un papel fundamental en la promoción de ciudades y comunidades amigables con las personas mayores; actualmente, más de 250 ciudades, municipios y pueblos forman parten de la Red a nivel país.

“La importancia de esta iniciativa radica en su enfoque integral para abordar los aspectos que afectan al día a día de pueblos y ciudades. Promoviendo activamente la participación de las personas mayores, se considera su diversidad, necesidades, percepciones, opiniones y propuestas en el proceso de análisis y mejora del entorno físico y social. Asimismo, facilita que las personas mayores continúen contribuyendo y participando en la sociedad en la que viven, en sus familias, comunidades y economías», asegura Maite Pozo, Coordinadora de la Red de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores del Imserso. Según Pozo, en diálogo con este Boletín.

Bajo esta premisa, la propuesta reconoce la necesidad de revisar muchos aspectos de los entornos, concebidos en contextos sociales y demográficos distintos, para promover la capacidad y autonomía, el bienestar y la contribución de las personas mayores, y buscando también fomentar la equidad y la igualdad de género al reconocer las diferencias en las experiencias de envejecimiento entre hombres y mujeres. “La interacción entre la persona y su entorno es fundamental para el desarrollo de los proyectos de vida. A medida que envejecemos, experimentamos situaciones similares pero también muy diferentes, especialmente en relación con los roles de género que han marcado nuestras vidas. Envejecer como hombre o mujer no es una experiencia homogénea, y estas diferencias tienen un impacto significativo en el proceso de envejecimiento”, advierte Pozo.

Sobre ello, a pesar de que las mujeres mayores siguen siendo una fuerza vital en la vida política, civil, económica, social y cultural, sus contribuciones y experiencias permanecen en gran parte invisibles y sin reconocimiento, debido a las desventajas de género que han enfrentado a lo largo de sus vidas. La intersección de la discriminación por edad y género agrava estas desigualdades. Sobre ello, Pozo destaca que “reconocer esta realidad es fundamental, tanto desde la sociedad en su conjunto como desde las administraciones y las políticas públicas en particular. Por ello, desde el Imserso, el diseño de nuestras políticas públicas tiene en cuenta que las mujeres y los hombres envejecemos de forma diferente”.

Las situaciones que experimentan las personas a medida que envejecen presentan similitudes en algunos aspectos pero marcadas diferencias en otros, en gran medida influenciadas por los roles de género que les fueron asignados. Tales diferencias impactan durante todo el proceso de envejecimiento; envejecer como hombre difiere de hacerlo como mujer.

En distintos ámbitos, se observan ejemplos que reflejan esta realidad, tales como:

  • Salud: las mujeres viven con buena salud y sin enfermedades crónicas menos años que los hombres, y las diferencias tienen más que ver con los roles y estereotipos de género que con diferencias ligadas al sexo biológico (que también existen). Las enfermedades mentales, como la depresión y la ansiedad, también muestran desigualdades de género, la incidencia es casi tres veces superior en mujeres, diferencia que se acentúa con la edad y va acompañada de más medicación.
  • Recursos económicos: las diferencias en la trayectoria laboral de las mujeres mayores respecto de los hombres marcan que ellas se encuentran en situación de inferioridad económica. La escasez de recursos materiales tiene consecuencias directas en la salud y la calidad de vida de las personas mayores. Existe una brecha de género en las pensiones, en promedio, los pagos anuales en concepto de pensiones en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) son un 27% más bajo para las mujeres. En España, hay 3.487.481 mujeres frente a y 1.180.663 hombres con pensiones medias por debajo de los 10.000€ anuales.
  • Edadismo: la discriminación por edad o edadismo la sufren hombres y mujeres, también de forma diferente en algunos aspectos ya que los estereotipos de género asociados al papel que deben jugar se suman a la edad y con una gran carga cultural (sexismo y edadismo). Por ejemplo, la imagen de la mujer mayor es más negativa que la del hombre mayor. Los medios de comunicación, los cánones de belleza, por ejemplo, son más duros y exigentes con ellas y eso tiene consecuencias en su bienestar.
  • Soledad: en España, según datos de 2019, aproximadamente 4,7 millones de personas vivían solas, de las cuales algo más de 2 millones tenían 65 años o más (72%mujeres y el 28% hombres). Esta diferencia se incrementa con la edad: 850.000 personas que vivían solas tenían 80 años o más de las cuales el 78%, eran mujeres. Cabe señalar que no es lo mismo estar solo o sola que sentirse solo o sola, pero en las intervenciones para prevenir, detectar y paliar situaciones de soledad no deseada es necesario tener en cuenta la perspectiva de género.
  • Violencia y maltrato: la combinación de género y edad hace más proclives a las mujeres mayores a sufrir algún tipo de malos tratos. La violencia y maltrato hacia las mujeres mayores es una realidad invisibilizada, es necesario establecer medidas específicas para abordarla y conocer los datos de esta realidad. No obstante, es importante distinguir entre maltrato a personas mayores por el hecho de ser mayores, y violencia de género en mujeres mayores por el hecho de ser mujeres.
  • Cuidados en la vejez: tradicionalmente, las tareas de cuidado fueron asignadas a las mujeres como parte de su identidad femenina. Esto determina que, en la vejez, las mujeres mayores continúan cuidando de otras personas con mucha mayor frecuencia que los hombres. A menudo significa menos tiempo para ellas mismas, con repercusiones negativas en su tiempo dedicado al ocio, a las relaciones sociales o a su salud y bienestar.
  • Participación social: las mujeres que no tienen que dedicar todo su tiempo a cuidar a otras personas tienen más oportunidades para disfrutar de la vejez y de participar en la comunidad en la que viven. Esto facilita y fomenta la creación de redes sociales que van a suponer un apoyo en momentos difíciles y que también contribuyen a un envejecimiento saludable y satisfactorio.
  • ­Brecha digital: cada vez más personas mayores se incorporan al mundo digital, pero todavía existe una doble brecha digital por género y edad. Las mujeres mayores han tenido más impedimentos para socializarse en las tecnologías de la información y de la comunicación. En un mundo digitalizado, el uso o no de estas tecnologías es un factor más de desigualdad y exclusión, que dificulta el acceso a servicios y recursos de distinto tipo.

De acuerdo con las realidades expuestas, resulta fundamental aplicar una perspectiva de género en la planificación, diseño y evaluación de políticas públicas dirigidas a mejorar la calidad de vida de la población mayor y abordar el cambio demográfico. “Esta perspectiva debe considerar equitativamente las necesidades y demandas de mujeres y hombres mayores. Asimismo, es crucial contar con indicadores que permitan el seguimiento y la evaluación de estas políticas, con datos desagregados por sexo, para identificar posibles diferencias y tomar medidas correctivas en caso necesario” explica Pozo.

“Evidentemente, este enfoque es especialmente relevante en los procesos de amigabilidad en el marco de la Red de Ciudades y Comunidades Amigables ya que permite garantizar que las políticas y acciones implementadas sean inclusivas y equitativas, teniendo en cuenta las necesidades específicas de mujeres y hombres mayores. Al considerar la perspectiva de género en estos procesos, se puede asegurar que las medidas adoptadas promuevan la igualdad de oportunidades y contribuyan a construir entornos más amigables y accesibles para toda la población mayor”, afirma Pozo y agrega que “cada vez son más mujeres mayores las que reclaman no ser invisibles por el hecho de cumplir años, demandan seguir participando activamente en la sociedad en la que viven, ser reconocidas en su contribución y ser escuchadas”.

Las mujeres que no tienen que dedicar todo su tiempo a cuidar a otras personas tienen más oportunidades para disfrutar de la vejez. | Fuente: Freepik

El enfoque participativo de la Red de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores representa un avance significativo en la inclusión de la voz de las mujeres mayores en igualdad de condiciones que la de los hombres mayores. Esta perspectiva igualitaria contribuye de manera fundamental a la creación de entornos amigables con las personas mayores, donde el género no es motivo de discriminación.

Pozo destaca que “la incorporación de la perspectiva de género en los procesos de amigabilidad con las personas mayores tiene un impacto positivo y significativo en la calidad de vida de la población mayor. Al considerar las diferencias y necesidades específicas de hombres y mujeres mayores, se logra una respuesta más adecuada y adaptada a la diversidad de la población. Esto se traduce en acciones y políticas más efectivas que benefician por igual a hombres y mujeres, contribuyendo así a la construcción de entornos más inclusivos y justos para todas las personas mayores, en línea con la premisa propuesta por la OMS para la iniciativa de Ciudades y comunidades amigables con las personas mayores”.

LA PERSPECTIVA IGUALITARIA DE LA RED CONTRIBUYE DE MANERA FUNDAMENTAL A LA CREACIÓN DE ENTORNOS AMIGABLES CON LAS PERSONAS MAYORES, DONDE EL GÉNERO NO ERA MOTIVO DE DISCRIMINACIÓN

Por último, vale destacar que la integración de la perspectiva de género en los procesos de amigabilidad también tiene un impacto positivo en la sociedad en su conjunto. Al promover la igualdad de género en el ámbito del envejecimiento, se fomenta una cultura más inclusiva y respetuosa de la diversidad. Esto no solo beneficia a las personas mayores, sino que también sienta las bases para una sociedad más justa e igualitaria para todas las generaciones. De esta manera, la participación activa de mujeres y hombres mayores en estos procesos contribuye al desarrollo de comunidades más cohesionadas y solidarias.

Equidad económica en la vejez: superando la brecha salarial y de pensiones entre hombres y mujeres mayores

Como se mencionó anteriormente, las diferencias en las trayectorias laborales de las mujeres mayores en comparación con los hombres tienen un impacto significativo en sus recursos económicos. Esta disparidad se refleja claramente en una brecha de género en las pensiones. Estos desequilibrios económicos perpetúan la desigualdad de género a lo largo de la vida de las mujeres, ya que se ven afectadas no solo en su etapa laboral, sino también en su jubilación, lo que repercute en su calidad de vida y bienestar general.

Frente a esta realidad, en los últimos años, España ha implementado diversas medidas para reducir la brecha de género en las pensiones, orientadas especialmente a las mujeres, que incluyen acciones específicas como la cobertura de vacíos de cotización, así como mejoras en las pensiones más bajas que afectan de manera significativa a este grupo.

También es importante implementar medidas dentro del sistema de pensiones para mitigar esta disparidad. En primer lugar, se destaca el Real Decreto-ley 3/2021, mediante el cual se adoptaron medidas para la reducción de la brecha de género y otras materias en los ámbitos de la Seguridad Social y económico. “No es exagerado afirmar que la brecha de género constituye la principal insuficiencia en la acción protectora de la Seguridad Social en el ámbito de las pensiones como reflejo de una discriminación histórica y estructural de las mujeres en el mercado de trabajo por la asunción del rol de cuidadoras de los hijos e hijas. En este sentido, se constata que la maternidad afecta decisivamente a la trayectoria laboral de la mujer en su etapa en activo y es esta una, si no la más importante, causa de esa brecha: cuanto mayor es el número de hijos, menor es el número de años cotizados, menor es la proporción de contratos a tiempo completo o equivalente, y menor es, en última instancia, la pensión reconocida”, argumenta el texto del Real Decreto.

En este contexto, entró en vigor en febrero de 2021 el complemento para la reducción de la brecha de género, asociado a la acreditación de un perjuicio en la carrera profesional en los periodos posteriores a tener un hijo/a. Este perjuicio, sufrido por las mujeres, de acuerdo con los datos de las carreras laborales analizados por la Seguridad Social, es una de las principales causas de la existencia de la brecha de género en la pensión. El complemento para la reducción de la brecha de género de las pensiones contributivas de la Seguridad Social queda fijado para 2024 en 33,20 euros mensuales, de acuerdo con lo regulado en la disposición transitoria primera del Real Decreto-ley 2/2023, de 16 de marzo, que establece que debe añadirse un 5% al porcentaje general de revalorización de las pensiones (un 10% en el bienio 2024-2025).

Por otro lado, se han implementado un conjunto de estrategias dirigidas a abordar las brechas de género en las pensiones, con un enfoque específico en el aumento de las pensiones mínimas y no contributivas. Esta medida, aunque dirigida a hombres y mujeres por igual, tiene un impacto particular en las mujeres, dado que son mayoría entre quienes reciben las pensiones más bajas y precarias.

Una de las principales iniciativas consiste en el incremento progresivo de las pensiones mínimas contributivas y no contributivas, las cuales representan las pensiones más bajas dentro del sistema. Según lo establecido en la reforma, se espera que las pensiones mínimas contributivas alcancen el 60% de la renta mediana de un hogar con dos adultos para el año 2027.

Por otro lado, las pensiones no contributivas, destinadas a aquellas personas que no cuentan con el mínimo cotizado para una pensión, tienen como objetivo alcanzar el 75% del umbral de la pobreza calculado para un hogar unipersonal para el año 2027. Estas pensiones tienen un impacto significativo en el ingreso mínimo vital, ya que su aumento sirve como referencia para el incremento anual de la renta mínima estatal.

Estas medidas forman parte de una estrategia integral para reducir las brechas de género en las pensiones y garantizar una mayor equidad en el sistema de Seguridad Social español.

Nota publicada en el Boletín 31 «Gestión de iniciativas para la igualdad de género de las personas mayores» del PICSPAM.