El “Plan Nacional de Salud Mental 2019-2022” y la reciente puesta en marcha del “Plan de Respuesta a las Demencias en la República Dominicana 2020-2025”, son casos testigos que demuestran esta directriz política y que encuentra al Consejo Nacional de la Persona Envejeciente (CONAPE) como el organismo rector para este grupo poblacional.
Desde inicios de la pandemia por COVID-19, República Dominicana registra un conjunto de acciones y políticas destinadas a proteger a la población y a tratar de mitigar el impacto causado por la misma, principalmente para combatir la propagación del virus y procurar el bienestar de la salud mental en tiempos de confinamiento, particularmente en las personas mayores. Este colectivo debió sobrellevar “medidas más estrictas que el resto de la población y experimentar el aislamiento social de manera drástica”, según manifiestan las fuentes públicas y oficiales del país.
Estadísticamente, la población mayor de 60 años en el país pasó de ser 2,7% en 1950 a 6,1% en 2015 y se estima que para el 2050 llegue al 15,2%. Estas cifras censales se asemejan a las de América Latina donde, en general, los países tendrán un cambio en sus pirámides demográficas con una proporción cada vez mayor de personas mayores. La franja temporal que registra la mayor tasa de crecimiento de este grupo sobre la población dominicana se extiende entre 1981 y 2014, donde el conjunto de personas mayores de 65 años pasó del 3,7% al 9,3%, según un informe de 2016 de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).
En la actualidad, República Dominicana no dispone de investigaciones o encuestas comunitarias nacionales de morbilidad por trastornos mentales, también son limitados los estudios de prevalencia por demanda en servicios de salud. Sin embargo, los datos disponibles sobre la epidemiología de los trastornos mentales en la Región de Latinoamérica y el Caribe, permiten extrapolar muchos de esos hallazgos que sirven de marco de referencia para analizar el panorama local en el país.
Algunos guarismos que ofrece el Plan Nacional de Salud Mental 2019-2022, impulsado por el Ministerio de Salud Pública nacional, desde el cual se “establece una visión y abordaje integral para la reducción de la morbilidad, discapacidad y mortalidad asociada a los trastornos mentales y la disminución de las brechas de atención”, identificaron algunas de las causas principales de intervención durante la etapa inicial de la pandemia. En los primeros 90 días resultó que, de 5181 situaciones abordadas, 3512 fueron mujeres y 1669 varones. De estos casos, 2526 fueron por diagnóstico de ansiedad; 1513 por trastornos del sueño; 822 por depresión; 328 por trastornos por estrés; 213 trastorno adaptativo; y 56 situaciones se registraron por conducta suicida.
Estas cifras que expresa el registro del Plan Nacional de intervenciones y diagnósticos sobre situaciones recientes, es congruente con lo que relata uno de los artículos del documento “Salud mental en un mundo desigual: juntos podemos marcar la diferencia”, un material publicado por la Federación Mundial de Salud Mental para conmemorar y promocionar la efeméride internacional de este año, que señala el saldo psicosocial provocado por la pandemia de COVID-19 en el colectivo de las personas mayores, entre los que se enumeran el miedo a morir solo/a; el aislamiento social; la soledad; la ansiedad; el estigma y discriminación por edad; y las restricciones de movilidad y autonomía.
Como ha ocurrido en muchos países del mundo, la pandemia ha puesto en evidencia ciertas debilidades del sistema en cuanto a temas de salud mental, por lo que la República Dominicana, a través de su Ministerio de Salud Pública, ha implementado acciones directas para la reducción del impacto causado en esta dimensión de la salud, en gran parte, a partir del aislamiento social como medida central para contener el avance del coronavirus.
En tal sentido, el Plan Nacional creó el “Programa de Atención Psicológica” a la población, así como diversas plataformas que brindaron servicios a poblaciones en situación de vulnerabilidad y a trabajadores y trabajadoras del sistema de salud. Uno de los dispositivos más utilizados para la contención de estas situaciones fueron los de atención telefónica, donde se registraron en mayor medida abordajes por crisis de ansiedad, trastornos del sueño, depresión y comportamientos suicidas.
En este contexto, y para dar continuidad a las medidas implementadas por Salud Pública y en diálogo con los principales postulados que establece el flamante Plan de Respuesta a las Demencias en la República Dominicana 2020-2025 lanzado recientemente, el Consejo Nacional de la Persona Envejeciente (CONAPE), ha desarrollado acciones destinadas mitigar puntualmente el impacto de la pandemia en el conjunto de las adultas y adultos mayores del país, principalmente en aquellas personas que se encuentran en residencias de larga estadía y mediante programas de envejecimiento activo.
El lanzamiento en plena crisis sociosanitaria de este instrumento nacional específico, que está alineado a las directrices técnicas del “Plan de Acción Mundial sobre la Respuesta de Salud Pública a la Demencia 2017-2025” de la Organización Mundial de la Salud, constituye uno de respaldos conceptuales concretos para el logro de las metas programáticas específicas que se propone el CONAPE en este campo.
Así, dentro de las diversas estrategias destinadas a la salud mental de este grupo poblacional que CONAPE viene desarrollando, el organismo destaca los servicios de cuidado intermedio para personas con deterioro severo; la implementación de programas para prevención y atención a personas con demencias; las acciones de supervisión de la aplicación de las normas, guías, protocolos y fármacos para la atención de trastornos mentales y otras enfermedades; el desarrollo de terapias ocupacionales para rehabilitación y apoyo en las actividades de la vida diaria; y la importancia de las capacitaciones al personal de nivel primario sobre demencias, deterioro cognitivo, Parkinson y Alzheimer.
En otro orden importante de acciones generadas que realiza el Consejo, la institución resalta, además, la promoción de actividades de socioculturales y recreativas, que no sólo registran instancias donde se contienen niveles de estrés y ansiedad, sino que además estimulan de manera positiva la participación, las emociones, la creatividad y el fortalecimiento físico, al tiempo que mejoran aspectos personales como la autoestima y sociales o vinculares como la convivencia.
Por último, algunos de los retos que CONAPE se ha planteado asumir a partir de este contexto tienen que ver con elaborar acciones destinadas a generar una sistematización de datos en residencias de larga estadía, centros penitenciarios y albergues del país exclusivamente, en procura de actualizar las políticas públicas existentes destinadas a estos grupos específicos dentro del colectivo de mayores. Al mismo tiempo, está en desarrollo una propuesta sobre rehabilitación cognitiva para ser implementada como programa piloto en dichos dispositivos, que contribuirá, al decir de este organismo rector, a la formación de cuidadores/as especializados/as.
Pese a todos estos esfuerzos, desde el Consejo se afirma que el principal desafío transversal en la actualidad es poder darle continuidad a la creación de acciones preventivas que permitan preservar la salud mental de las personas mayores del país que, ya en tiempos previos a la pandemia, se ve afectada por actitudes edadistas y que el aislamiento social y la incertidumbre generada han logrado profundizar.
*Nota publicada en el Boletín 25, «Salud mental de las personas adultas mayores, en especial en tiempos de pandemia por el COVID-19» del Programa Iberoamericano de Cooperación sobre la Situación de las Personas Adultas Mayores.