Ilustración: Rocío Lana

Por: Esteban Franchello, Leandro Laurino y Mariana Rodríguez.

Hace más de cinco décadas, Robert Butler introducía la noción de ageism, traducida literalmente al español como edadismo, a sus análisis sobre la vejez y el envejecimiento. Recién el pasado 20 de diciembre de 2022, la Real Academia Española (RAE) incorporó el término en su actualización 23.6 del Diccionario y la definió como “discriminación por razón de edad, especialmente de las personas mayores o ancianas”.

Esta “demora de reconocimiento” de la existencia del concepto podría interpretarse como indicativa de un proceso más amplio, que excede a la institución de la lengua española, que carece de reflexión social respecto al término y que consolida la naturalización de este tipo de segregación en todos los ámbitos de la vida cotidiana.

El edadismo se define como un conjunto de creencias y prejuicios peyorativos relacionados con la edad y se sufre en las distintas etapas del curso de la vida por motivos diferentes. Sin embargo, reconocen los/as especialistas, que este tipo de discriminación afecta muy especialmente a las personas mayores, atentando contra su bienestar psicológico, físico y emocional debido al gran estigma social con el que impacta a este grupo poblacional.

Y aquí es bueno hacer un alto para diferenciar entre edadismo y viejismo, que si bien pueden ser utilizadas como sinónimos —de hecho, en esta edición así se emplea—, no son exactamente equivalentes. Para esta argumentación, y para superar las limitaciones que supone la literalidad de la traducción al español del concepto butleriano en el impacto que tiene en las personas mayores, las especialistas mexicanas, Verónica Montes de Oca y Marissa Vivaldo, se sirven del aporte del gerontólogo argentino, Leopoldo Salvarezza, quien definió al viejismo como “una forma de edadismo aplicado a los viejos y viejas”, se trata del “prejuicio que se establece hacia las personas por su edad acumulada”.

“El viejismo es tan importante como el sexismo, racismo, clasismo, capacitismo, entre otras, pues expresa una relación de poder de un grupo sobre otro. (…) Generalmente se manifiesta cuando se sobrevaloran los rasgos y características de un grupo de población joven por sobre el de los y las mayores. El viejismo es una forma de edadismo que confronta a generaciones jóvenes contra mayores a partir de un conflicto basado en prejuicios y estereotipos, obstaculizando un vínculo que es interdependiente y que ocurre cotidianamente en los espacios familiares, sociales y comunitarios en donde existe la convivencia entre los distintos grupos etarios”, concluyen las expertas.

Por lo tanto, si bien el término viejismo aún no ha sido incluido en el Diccionario de la RAE, para expresar su especificidad dentro de las manifestaciones edadistas (y —hay que decirlo— la definición actual de vejez que presenta es un claro manifiesto viejista que necesita de una redefinición urgente), la incorporación de edadismo exigió de muchos años de trabajo y activismo por parte de organizaciones civiles, organismos internacionales y de gobiernos locales vinculados a la gerontología que lo reclamaban.

La razón es que, como han señalado profesionales e informes al respecto, resulta fundamental sensibilizar acerca de la discriminación por edad y visibilizar sus consecuencias, ya que estas construcciones estereotipadas sobre las personas habilitan y justifican tratamientos diferenciados, por lo general con un alto impacto negativo, imperceptible y sigiloso, pero constante y peligroso.

“Se entra en la vejez cuando se tiene la impresión de ocupar cada vez menos lugar en el mundo. Durante la infancia y la adolescencia creemos que él es nuestro y que existe para ser nuestro, en la madurez comenzamos a sospechar que no es del todo así y luchamos para que lo parezca, se comienza a ser viejo cuando se comprende que nuestra existencia le es indiferente al mundo. Claro que siempre lo había sido, pero no lo sabíamos”, escribió José Saramago en el libro “Cuadernos de Lanzarote II”.

La cita del escritor portugués expresa un sentir habitual de muchas personas mayores y permite identificar el edadismo en la vejez como una experiencia que se transita, mayormente, en el solitario camino de la exclusión, del no reconocimiento por parte de otras personas. La soledad no deseada, como una de las posibles manifestaciones, se convierte de esta manera en una problemática preocupante y un gran desafío para las sociedades actuales, porque “no ser para nadie”, “no existir” genera desolación y aislamiento.

Al mismo tiempo, el resto de las generaciones no permanece ajena ni “a salvo”, porque esa construcción social y cultural de la vejez también atraviesa sus concepciones y sentimientos. Crecer con la “certeza” de que se dirigen hacia una etapa de pérdidas y limitaciones, inevitablemente les impondrá un futuro no deseado y luctuoso a sus vidas (“profecía autocumplida”).

De hecho, como señala el Informe Mundial sobre el edadismo elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2021, “el edadismo se inicia en la infancia y se refuerza con el tiempo”, por lo tanto, es absolutamente necesario generar acciones desde la niñez para disminuir y/o erradicar las actitudes y sentimientos segregacionistas, a partir de encuentros de reflexión y sensibilización en las escuelas y otros espacios posibles.

Como ya se ha dicho en otros boletines, cada sociedad construye su idea de vejez y de envejecimiento. En este sentido, las estigmatizaciones y limitaciones no constituyen un problema individual de aquella persona que llega a esa etapa y que siente que su vida le es indiferente al mundo, sino que son un problema político y social que precisan de un cambio cultural para eliminar el edadismo. En tal sentido, Vânia de la Fuente-Núñez, encargada de dirigir la Campaña mundial contra el edadismo de la OMS , señala que es importante “poner el foco de atención en la edad como la característica que se usa para categorizar y crear desventajas a lo largo de nuestra vida”, es decir, durante todo el proceso de envejecimiento —que inicia con el nacimiento y termina con la muerte—.

Nadie nace con prejuicios

En su análisis, Butler identificó componentes del edadismo. Las ideas: “lo que pienso”, de lo cual se derivan los estereotipos; los afectos y emociones: “lo que siento”, de lo cual se derivan los prejuicios; y, por último, las actuaciones: “cómo actúo”, que describe los comportamientos discriminatorios.

Socialmente, las ideas que prevalecen sobre las personas mayores son estigmatizantes, expresan subvaloración o desestimación. La definición del grupo se imprime a partir de características o significados asociadas a la lentitud, la rigidez de pensamiento, la falta de capacidad para aprender, la tristeza, la improductividad, la soledad, la asexualidad, la ausencia de deseo, la imposibilidad de ser deseado, de utilizar la tecnología, entre tantas otras. ¿Qué tipo de estima y autoestima se puede tener al llegar a la vejez?

Nadie nace con prejuicios, sino que se va generando a medida que se transita la vida. Comienza en la niñez y provoca la aceptación o rechazo de grupos que comparten condiciones imaginarias o reales. En paralelo, se crean y se consolidan estereotipos que enfatizan algunas características que pueden generar discriminación. “En el caso de las personas mayores, el edadismo se asocia con una menor esperanza de vida, una salud física y mental más deficiente, una recuperación más lenta de la discapacidad y un deterioro cognitivo”, señala el Informe Mundial citado anteriormente y agrega que este tipo de segregación también reduce la calidad de vida y puede aumentar el riesgo de violencia y maltrato contra dicha población.

Asimismo, la situación es aún más compleja porque las personas mayores incrementan sus experiencias de “discriminación múltiple”, una noción consagrada y especificada en la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores (OEA, 2015). Esto es, las personas que fueron segregadas durante las distintas etapas de su vida —por tener otras identidades sexuales, discapacidades, ser mujeres, migrantes, afrodescendientes, vivir en situación de pobreza, pertenecer a pueblos indígenas, entre otros—, sufren el edadismo cuando arriban a la vejez. El cruce de esta forma de discriminación con otras categorías de desigualdad agrava las condiciones de vulnerabilidad del grupo, por lo que se vuelve esencial aplicar el enfoque de la interseccionalidad para comprender el impacto de las discriminaciones múltiples en las personas mayores y actuar en consecuencia con políticas adecuadas.

De esta manera, para erradicar el edadismo, es importante tener en cuenta la distinción que especifica el mencionado Informe y que explica que “la discriminación, es decir, la forma en que actuamos hacia las personas mayores, puede ser institucional, interpersonal o autoinfligida”. Ello implica hacer foco en las reglas, normas y prácticas que se establecen y/o ejercen en todas las instituciones que perjudican y limitan a las personas por su
edad. En dichos espacios se desarrollan vínculos interpersonales que indefectiblemente —en tanto inmersos en esta cultura— están impregnados de creencias y prejuicios edadistas y que muchas veces conducen a la interiorización de esa acción, lo cual provoca autoexclusión.

Sobre este esquema, el edadismo se posiciona en la esfera de lo comunicacional/cultural y, por ende, urge la generación de instancias de reflexión y sensibilización respecto de los significados que se le otorgan a la vejez y al envejecimiento —así como el reconocimiento y valoración de las múltiples intersecciones— que se transmiten mediante el lenguaje en todos los ámbitos de la vida cotidiana.

Develar las formas del edadismo, una cuestión urgente

Del 6 al 15 de febrero de 2023, en el marco del 61° período de sesiones de la Comisión de Desarrollo Social de las Naciones Unidas, se realizó el cuarto examen y evaluación del Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento. Allí se valoró el progreso del documento en las distintas regiones del mundo en relación a las tres orientaciones prioritarias del Plan, obviamente atravesadas por las consecuencias que desató y dejó la pandemia por COVID-19: personas mayores y desarrollo; fomento de la salud y el bienestar en la vejez; y creación de entornos propicios y favorables.

Se trató de una oportunidad para abordar, también, la situación del edadismo a nivel internacional, a partir de las investigaciones realizadas por organismos públicos, universidades y organizaciones sociales, que realizaron las diferentes comisiones regionales de Naciones Unidas. En el caso de Iberoamérica estos aportes se produjeron a través de las instancias coordinadas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Comisión Económica para Europa (CEPE).

Desde este marco, el mundo se enfrenta a un tipo de discriminación que ha calado muy hondo en el imaginario y las prácticas sociales de los diversos sectores e instituciones —administraciones públicas, centros de salud, hospitales, residencias de larga estadía, centros de día, medios de comunicación, bancos, entre tantos otros— y eso supone graves implicancias (actuales y futuras) para la garantía de los derechos humanos.

“La pandemia fue una llamada de atención para muchos Estados Miembros, ya que aumentó su concienciación sobre las cuestiones relativas a las personas mayores y condujo a la adopción de iniciativas específicas para responder a sus necesidades; sin embargo, el cuarto examen y evaluación muestra que aún queda mucho por hacer para cumplir el objetivo del Plan de Acción de Madrid de construir una sociedad para todas las edades”, expresa en una de sus conclusiones el informe surgido a partir de este evento, que hace foco en cómo esta crisis sanitaria mundial puso de manifiesto múltiples riesgos a los que se enfrentan muchas personas mayores.

Profesionales y especialistas en temas de vejez y envejecimiento, advierten sistemáticamente que este tipo de discriminación es la única forma de exclusión y violencia que aún es socialmente aceptada. Incluso, la segregación persiste —mayormente de manera implícita, es decir, no percibida y reproducida— en ámbitos en los que se trabaja para y junto a personas mayores, así como también muchas veces de forma autopercibida y aceptada por el propio grupo etario.

En sintonía con lo antentior, el Informe de la Experta Independiente, Claudia Mahler, ante el Consejo de Derechos Humanos en el 48° período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, es concluyente al plantear que el edadismo es una violación a los derechos humanos, que encadena otras vulneraciones a derechos, y que “la penetración y la omnipresencia de la discriminación por edad en todo el mundo es tal que la marginación y la exclusión de las personas mayores se dan por sentadas como la norma”. Además, Mahler agrega que los estereotipos se encuentran tan profundamente arraigados en las personas, las organizaciones y las prácticas que “impregnan las leyes y políticas nacionales, regionales e internacionales”, dañando identidades sociales y personales que contribuyen a esta lógica de segregación.

Las diversas expresiones —sutiles y no tanto— del edadismo

Ilustración: Rocío Lana

Como se ha señalado, el edadismo es un problema social y cultural complejo que puede manifestarse de manera sutil o no en actitudes, comportamientos, estereotipos, prejuicios y exclusiones, con o sin intenciones de provocar un daño a una persona. Asimismo, puede darse
en múltiples ámbitos de la vida: laboral, familiar, político, sanitario, educativo, económico, medios de comunicación y, por supuesto, cada uno de ellos está atravesado por la cultura. Por tanto, es importante tomar conciencia y comprender su diversidad para poder abordarlo de manera efectiva.

El edadismo institucional se identifica en todas las instituciones, incluso en las residencias de larga estadía. Usualmente, “se expresa a través de la homogeneización, del trato diferenciado y cuando se invisibiliza a través del uso de lenguaje excluyente”, señala la psicóloga e investigadora mexicana, Luz Martínez Maldonado. En muchas ocasiones, las personas mayores suelen relatar el maltrato que reciben en múltiples lugares donde transitan su cotidianidad: transportes públicos, bancos, tiendas, consultorios médicos, oficinas públicas. Es decir, el hecho de tener edad avanzada desvaloriza al grupo en otros roles: como consumidores/as, pacientes y usuarios/as de servicios.

Particularmente, el edadismo en residencias se expresa mediante la infantilización, el uso de diminutivos y la anulación de las personas como sujetos deseantes y con capacidades, ya que “no van a poder realizar determinada acción”. Aun cuando se parte desde el enfoque de derechos, en la práctica continúa expresándose la mirada asistencialista y discapacitante que los sitúa como objetos de mero cuidado.

En referencia al edadismo sanitario, el mismo considera que las personas mayores tienen peores condiciones de salud y, por tanto, no es necesario invertir en ellas. Con el advenimiento de la pandemia de COVID-19, se visibilizaron formas de desestimación y segregación contra este grupo. En el informe regional realizado por CEPAL para el cuarto examen y evaluación del Plan de Madrid, se sostiene que en las sociedades prevalecen ciertos prejuicios que las asocian a la falta de autonomía y de toma de decisiones, que las conducen inevitablemente al desempoderamiento. “Cuando la persona es bastante mayor y va acompañada de una joven, hay una tendencia demasiado frecuente a informar a la joven y a enfocar todo a ella.

Hay investigaciones que demuestran que la cantidad e intensidad de cierta información sanitaria que se da, se simplifica a medida que se es más mayor. Hay un edadismo implícito en pequeños gestos cotidianos”, señaló al respecto Lourdes Bermejo en una entrevista. Existe un conjunto de ideas y prejuicios que se transmiten a través de imágenes, juegos, chistes u otras expresiones, con gran carga estigmatizante y desempoderadora a lo largo de la vida, pero que se acrecienta a medida que se cumplen años. Pareciera ser que hay acciones y tareas que tienen límites o “fechas de caducidad” para las personas envejecidas.

El edadismo laboral resulta un ejemplo muy explícito. Las búsquedas de trabajo suelen estar estipuladas hasta determinada edad en el marco de un perfil definido de empleado/a. Si bien a la juventud se le exige mayor experiencia, el edadismo contra las personas mayores de 40 suele ser más brutal. Entonces, ¿qué pueden esperar quienes tienen más de 60 años? Con relación a esto, el informe “Conservar nuestra dignidad”, publicado en 2019 por HelpAge International, destaca que una cantidad significativa de personas mayores que buscan trabajar son discriminadas debido a su edad en múltiples ocupaciones y sectores, y cómo “las leyes internacionales de derechos humanos no abordan de manera adecuada la aplicación específica del derecho al trabajo en el contexto de la edad avanzada”.

Asimismo, sobre estas situaciones, “cuando las personas salen del mundo laboral también dejan de ser ‘sujetos productivos’ para convertirse ‘en un peso’ para los Estados y para el resto de la sociedad. Ese pasaje marca el ingreso a una etapa que desde la concepción tradicional concibe a la vejez como ‘el umbral hacia la muerte’. En el fondo, una vez viejo es como dejar de vivir”, advierte la antropóloga chilena Paulina Osorio.

El edadismo en los medios de comunicación se reconoce a partir del abordaje y tratamiento que realizan sobre las personas mayores. En general, los temas suelen ser acotados y las representaciones limitadas. Un recorrido por los portales web, los programas de radio o TV y los diarios permite observar la subvaloración o infantilización que existe sobre este grupo poblacional y la falta de capacitación y sensibilización acerca de la vejez y el envejecimiento por parte de sus profesionales.

En cada uno de estos espacios, es necesario prestar atención al microedadismo, a aquellas actitudes cotidianas que son “pequeñas y sutiles” formas de discriminación por edad que sufren las personas. “A diferencia de las formas más evidentes y flagrantes de discriminación por edad, como la exclusión laboral o la falta de acceso a servicios, las actitudes microedadistas cotidianas suelen ser más sutiles y pasan desapercibidas”, señalan desde Mayores UDP (Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España), que desde 2019 abrieron una nueva sección en su sitio oficial dedicada a la denuncia de microedadismos en “primera persona”.

Quienes se vinculan con la gerontología suelen estar más atentos/as frente a muchas expresiones e imágenes que circulan socialmente y que se repiten una y otra vez de manera “natural”, sin ser cuestionadas. Se suelen “aprobar” numerosos chistes de apariencia inofensiva que ridiculizan y desestiman a las personas mayores, pero que tienen un impacto negativo en la autoestima. “Es importante reconocer y desafiar estas actitudes microedadistas cotidianas para fomentar una sociedad más justa e inclusiva para todas las personas, independientemente de su edad”, resaltan desde Mayores UDP. “Hablar en voz alta a una persona mayor por el único hecho de ser mayor; resoplar por lo que va a tardar, hablar de forma despectiva sobre el lío y descuadre que origina cuando hay un grupo de mayores eligiendo una papeleta electoral; relacionar la imagen de un bastón con las personas mayores; dar por sentado que una persona mayor no es capaz de realizar una gestión en la administración o utilizar un ordenador, móvil, etc.”, ejemplifican desde la UDP, intentando multiplicar buenas prácticas que colaboren en visibilizar y desnaturalizar estas situaciones.

Aún faltan muchos datos e investigaciones para especificar la discriminación de manera interseccional, abordando la heterogeneidad de las personas mayores. Asimismo, un trabajo no menor consistirá en sensibilizar a la población en general mediante instancias de reflexión sobre prejuicios y estereotipos de la vejez. Será fundamental, entonces, la connivencia de organismos públicos, asociaciones civiles, universidades para aportar a la erradicación del edadismo.

En particular, las capacitaciones a docentes y profesionales de los medios de comunicación será clave para cumplir el rol de difusores de derechos. Los niños, niñas y adolescentes deben conocer qué es el edadismo (así como reconocen el machismo, el racismo o el antisemitismo) para que esta forma de discriminación no siga siendo invisibilizada, tal como sugiere la primera de las Áreas de Acción de la Década del Envejecimiento Saludable (2021-2030) de Naciones Unidas, que alienta a todos los países y partes interesadas a crear un movimiento con el que se avance en “cambiar la forma en que pensamos, sentimos y actuamos hacia la edad y el envejecimiento”.

Consecuentemente, será enriquecedor fomentar el encuentro y la cooperación intergeneracional, promoviendo la participación de las personas mayores, capacitándolas para que sean ellas mismas quienes difundan sus derechos, amparadas también en la creación y aprobación de instrumentos legales nacionales e internacionales, específicos y vinculantes, que amparen e impulsen un abanico posible de políticas.

En definitiva, el reconocimiento del edadismo requiere de la acción colectiva para que el mundo no continúe siendo indiferente a este tipo de discriminación que atenta contra la vida misma de las personas mayores, presentes y futuras.

* Nota publicada en el Boletín 29, «El edadismo en la cotidianidad de las personas adultas mayores» del PICSPAM.